Celebran los 90 años de la Bauhaus


Las piezas de arte mostradas en la exposición bautizada como: Bauhaus, un modelo conceptual.

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<p>A noventa años de su fundación, Berlí­n celebra hasta octubre la célebre Bauhaus con un millar de obras reunidas en la retrospectiva más importante jamás organizada que retrasan la influencia de esta escuela de arte convertida en un movimiento artí­stico mayor del siglo XX.</p>
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Presentada en el centro de arte Marin-Gropius-Bau, la exposición bautizada «Bauhaus, un modelo conceptual», con piezas prestadas por el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa), cubre los 14 años (1919-1933) de este movimiento de vanguardia que influenció todos los espacios del arte, del dibujo al diseño, pasando por la arquitectura y la escenografí­a.

El legado de la Bauhaus se puede ver en todo, desde el edificio de Naciones Unidas en Nueva York hasta las mesas de la tienda de muebles Ikea.

Fundada en 1919 en Weimar, a 250 km al suroeste de Berlí­n, la escuela Bauhaus, «casa de la construcción» en alemán, contaba con 200 estudiantes, de los cuales la mitad eran mujeres, una excepción para la época.

Fiel a la ideologí­a socialista de la escuela, Walter Gropius «querí­a que el pintor, el arquitecto, no trabajaran más cada uno por su cuenta sino en una gran comunidad artí­stica», explica Ulrike Bestgen, especialista en la Fundación Clásica de Weimar, que organiza el evento junto con la Fundación Bauhaus de Dessau (este) y la Bauhaus Archivo/Museo de diseño de Berlí­n.

«Â¡El objetivo último de todo trabajo plástico es la construcción!», proclamaba el manifiesto de la Bauhaus, abogando abolir «el muro de orgullo entre artistas y artesanos».

«Gropius no querí­a que la Bauhaus se convirtiera en un estilo, pero que diera sólo una dirección artí­stica: que el arte fuera accesible a todos», subraya Bestgen. «Cada profesor desarrolló su propio estilo», con nombres tan célebres como Mies van der Rohe, Vassili Kandinsky, Paul Klee o Oskar Schlemmer, explica.

Presentada en Berlí­n, la cuna de madera de Peter Keler, con formas básicas y colores primarios, realizada en 1922 en la escuela Bauhaus, es un testimonio de la influencia del maestro Kandinsky.

Ironí­a de la historia para un movimiento que querí­a ser «accesible a todos», las piezas que llevan hoy la apelación «Bauhaus» se venden, y caras.

Un gran clásico de la Bauhaus es el sillón club «B3» de 1926, obra de Marcel Breuer hecho con tubos de acero y cuero. Esta es una de las piezas más célebres de la retrospectiva.

«Recién en los años 1980 esta silla fue reeditada por diseñadores que la bautizaron Vassily Chair por la necesidad del marketing», para luego convertirse en un gran éxito, explica Bestgen.

En cambio, los visitantes deberán contentarse con un bosquejo de la célebre Escalera de la Bauhaus de Schlemmer. La original, de 1932, está en el centro de un litigio jurí­dico y no salió del MoMa.

Luego de la disolución del movimiento en 1933 por los nazis, que lo consideraban como «un arte degenerado», los maestros y los alumnos se dispersaron por el mundo entero, lo que contribuyó a extender la influencia de la Bauhaus.

De hecho, la exposición reserva un lugar al legado contemporáneo del movimiento: una colección de objetos etiquetados Bauhaus y encontrados en Internet -desde la bola de nieve al tocador cúbico- se codean con la reconstitución del salón Ikea, sí­mbolo del «diseño para todos».

El aniversario del movimiento coincide también con el de los 20 años de la caí­da del Muro de Berlí­n. «Antes de este acontecimiento hubiese sido muy difí­cil organizar una exposición semejante», subraya Ulrike Bestgen. En efecto, numerosas obras provienen de colecciones de Weimar y Dessau, dos ciudades situadas dentro de lo que fue la República Democrática Alemana.

La exposición será presentada en el MoMa a partir de noviembre.