Celebran «La Griterí­a»


Miles de nicaragí¼enses devotos de la Virgen Marí­a se volcaron a las calles la noche del lunes para visitar los altares levantados en hogares de todo el paí­s al grito de ¿quién causa tanta alegrí­a?, en una tradición de 152 años ligada a los recurrentes desastres naturales en el paí­s.


La romerí­a en que participan personas de todas las edades comienza al caer la noche con el tradicional grito de «Â¿Quién causa tanta alegrí­a?» que dio el arzobispo de Managua, Monseñor Leopoldo Brenes, seguido del tañido de campanas y explosión de petardos desde la catedral metropolitana.

Miles de feligreses recorren las calles de barriadas y zonas residenciales para visitar los altares que los devotos de la Virgen hacen en sus casas con ornamentos de palmas, flores y adornos propios de la época y entregan regalos a los romeros que llegan con sus cánticos y alabanzas.

El obsequio, conocido popularmente como «la gorra» depende de la capacidad económica de los dueños del altar y puede consistir en dulces, frutas, juguetes, utensilios de cocina o productos de la canasta básica, entre otros.

La festividad arranca con el novenario a la Virgen, el 28 de noviembre, con rezos en la privacidad de cada casa y culmina el 7 cuando se abren las puertas a los romeros.

Estos llegan a la casa gritando «Â¿Quién causa tanta alegrí­a?», a lo que los habitantes de la casa responden: «La Concepción de Marí­a».

El gobierno sandinista del presidente Daniel Ortega se ha unido a la festividad religiosa colocando altares en la avenida Bolí­var de Managua y desde el 28 de noviembre empezó a entregar paquetes de alimentos a miles de familias pobres, que hacen largas filas para recibir el obsequio.

El presidente Ortega se unirá a los feligreses durante la noche, entregando «la gorra» a los pobladores de un barrio capitalino.

La Griterí­a es una de las celebraciones de mayor arraigo y expresión de la religiosidad en Nicaragua, sin distingos sociales, económicos ni de ideologí­a y tuvo sus orí­genes en la ciudad de León en 1857, en medio de una erupción que cubrió la metrópoli de humo y cenizas por varios dí­as.

El párroco de la iglesia comenzó a realizar rezos y cantos a la Virgen para calmar la furia de la naturaleza, pero eran tantos los feligreses que llegaban que luego la gente comenzó a reunirse en las casas a rezar y levantaban altares a la Purí­sima.

En este hecho, según la leyenda, se originó la Griterí­a, que se ha mantenido a lo largo de los siglos.

Para garantizar el orden y seguridad a la población la policí­a movilizará a miles de agentes y prohibió la portación de armas y explosivos en las zonas donde se desarrollan las actividades.