Celebran el centenario de Hergé


Los ’tintinófilos’ festejarán mañana en un clima eufórico el centenario del nacimiento del dibujante belga Hergé, tras la decisión de los cineastas norteamericanos Steven Spielberg y Peter Jackson de llevar al fin a la gran pantalla las aventuras del célebre reportero.


«No podí­amos esperar mejor homenaje», reconoció Nick Rodwell, al frente de Moulinsart, la empresa que administra los derechos de autor y defiende la memoria de la obra de Hergé, un artista reconocido hoy en dí­a como uno de los grandes creadores del siglo XX.

Georges Rémi nació el 22 de mayo de 1907 en Etterbeek, una comuna de Bruselas, en una familia más bien modesta. En 1924, firmó sus primeros dibujos con sus iniciales invertidas, «RG», una rúbrica que derivó muy pronto en Hergé, a partir de la pronunciación en francés de las mismas.

En 1926, creó para los «Boy-Scout» belgas el personaje de Totor, cuyas aventuras eran un anticipo de las de su héroe fetiche, Tintí­n, quien vio la luz por primera vez en enero de 1929 en las páginas del Petit Vingtií¨me, el suplemento para jóvenes del diario católico belga Le Vingtií¨me Sií¨cle.

Desde su primera aventura, «Tintí­n en el paí­s de los Soviets», y la segunda, «Tintí­n en el Congo» (1931), el público dio un cálido apoyo al personaje.

Tras «Tintí­n en Estados Unidos» y «Los cigarros del Faraón», Hergé decidió enviar a su héroe a China.

Gracias a los consejos de un joven estudiante chino que conoció en Bruselas, Tchang Tchong-jen, Hergé dibujó su primer álbum dotado de un sólido escenario, «El loto azul», en el que se puso del lado del pueblo chino contra la ocupación japonesa.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Hergé adoptó su decisión más funesta, al publicar nuevas aventuras de Tintí­n en el diario Le Soir de Bruselas, por aquel entonces en manos del ocupante nazi.

Este trágico periodo quedó marcado también por la llegada a la madurez de la obra del padre de la «lí­nea clara», con la publicación de algunas de sus mejores aventuras: «El cangrejo de las pinzas de oro», «El secreto del unicornio», «El tesoro de Rackham el rojo» o «Las 7 bolas de cristal».

De aquella época data además una historia, «La estrella misteriosa» (1942), que le valdrí­a ser acusado de antisemita, algo que siempre negó.

Tras la guerra, Hergé volvió rápidamente a los primeros planos, ya que el éxito de Tintí­n alcanzó el ámbito internacional, aunque el artista, saturado por el trabajo y aquejado de problemas personales, inició un periodo de larga depresión que afectó su producción.

De todos modos, logró mostrar su faceta de gran precursor enviando a Tintí­n a la Luna quince años antes del astronauta norteamericano Neil Amstrong.

Con «Tintí­n en el Tí­bet» (1960), Hergé se abrió a la filosofí­a oriental, traduciendo sus angustias existenciales en el que es considerado como su álbum más personal.

En la década del 70, los honores se multiplicaron aunque Hergé no encontró en aquellos años su mejor inspiración.

El 3 de marzo de 1983, murió como consecuencia de una leucemia, sabiendo ya que Spielberg querí­a adaptar su obra.

Sin embargo, 25 años más tarde, sus admiradores todaví­a deberán armarse de un poco de paciencia, ya que el primer episodio de la futura trilogí­a no aparecerá en las pantallas hasta 2009 ó 2010.

El martes, el aniversario del nacimiento de Hergé estará marcado por la emisión de sellos postales conmemorativos por los correos belga y suizo, una exposición en su ciudad natal y la colocación de la piedra fundacional del futuro Museo Hergé en Lovaina La Nueva, a unos 20 kilómetros de Bruselas.