Fue en marzo 2004 que en la revista Scientific American, Michael Shermer publicó los trabajos científicos de Daniel J. Simons de la Universidad de Illinois y de Christopher F. Chabris de la Universidad de Harvard sobre la ceguera por falta de atención.
Es curioso que durante estas vacaciones, en Marco Island, trabajando sobre el tema de la enseñanza de la Medicina según el Orden Natural, me encontré viviendo una experiencia que ejemplifica tal ceguera a cabalidad.
Allí, en esa islita donde viven muchos viejos retirados, me disfruté los baños de mar, y también los paseos en bicicleta, los que me hacen sudar y respirar profundamente.
Cuando este recién pasado lunes 23 hacía mi recorrido en bici, al llegar a un crucero se aproximaba un automóvil blanco que se detuvo para permitirme atravesar, pero cuando yo ya estaba a mitad de la calle, el automóvil arrancó y con la lodera delantera derecha golpeó la rueda trasera de mi bici. Caí sentado y luego me fui de espaldas golpeando mi cabeza contra la lodera del carro. Pude sentir lo acolchado de mi casco que en mucho atenuó el golpe.
La piloto del automóvil, una señora gringa como de 65 años bajó inmediatamente luciendo en extremo asustada y con una impresionante palidez; se acercó para averiguar la magnitud del golpe que, a Dios gracias, no me causó ningún daño.
«Â¡Señor, señor!»….. me decía la señora, «yo miré para ambos lados y no lo vi a usted, por eso reinicié la marcha». Eso me lo repitió un par de veces más, asegurándome que de verdad no me había visto. Es ese caso un ejemplo a lo que los doctores Simons y Chabris se refieren como a la ceguera por falta de atención y que esa misma noche yo, por una casual y extraordinaria coincidencia, leí en Scientific American.
La dama atropellada indudablemente me había mirado, pero no me había visto, es que lo que ella esperaba en ese crucero era un automóvil y no se dio cuenta de que una bicicleta se atravesaba. Inantentive blindinese es el término inglés para ese síndrome. No lograr ver lo que ahí está.
Y me refiero a lo acaecido como una extraordinaria coincidencia porque, precisamente, era mi lectura y mi trabajo de esa noche destinado a la enseñanza de la medicina, para que el médico aprenda a ver aquello que otros no ven. Perspicacia. Agudeza y penetración de la vista (DRAE).
Una variante de esa incapacidad de ver y sobre la cual estudiaba la noche anterior a mi accidente, es algo muy aplicable para los estudiantes de medicina a quienes precisa enseñarles a ver más allá para descubrir aquella maravilla que es el hombre, el Homo Sapiens Amans.
Gracias a Dios aquí todavía estoy para contar sobre mi accidente y mi golpe en el cráneo que, repito, gracias a Dios, no pasó a más.