El gobierno paquistaní anunció el próximo restablecimiento en sus funciones del presidente del Tribunal Supremo cesado en 2007 por el entonces presidente Pervez Musharraf, con lo que desactivó una crisis de envergadura pero salió debilitado de su pulso con la oposición.
El primer ministro paquistaní Yusuf Raza Gilani anunció su decisión en un mensaje a la nación de madrugada, tras una noche de discusiones con el presidente Asif Ali Zardari y el jefe de las fuerzas armadas.
«Anuncio hoy que Iftijar Chaudhry y los otros jueces depuestos serán restituidos en su cargo el 21 de marzo», cuando se jubila el actual presidente del Tribunal Supremo, explicó.
Zardari fue objeto de presiones occidentales para poner fin al enfrentamiento con el principal líder de la oposición, Nawaz Sharif, instigador de las protestas contra el gobierno por este asunto.
Sharif aplaudió la decisión y desconvocó la manifestación en Islamabad con la que hoy debía culminar una larga marcha de protesta de abogados desde Karachi (sur) y Lahore (este), prohibida por las autoridades, y susceptible de degenerar en más violencia.
«Llamamos al cese de esta larga marcha», dijo Sharif desde su coche, cubierto de pétalos de rosa, que avanzaba lentamente en medio de sus seguidores eufóricos y cruzaba la ciudad de Gujranwala, en el centro de Pakistán.
Añadió que la decisión se tomó en concertación con los restantes dirigentes opositores y con los representantes de los abogados.
«Muy pronto, desempeñaremos nuestro papel en la instauración de una verdadera democracia en este país», añadió el ex primer ministro.
«Es un día histórico, un gran día que cambiará el destino del país», agregó.
«Celebrémoslo con dignidad», dijo, en un aparente llamamiento a la tranquilidad, después de que el sábado se viviesen los peores disturbios en tres semanas de pulso.
Estados Unidos, a través de su embajada en Islamabad, se congratuló por la medida de Gilani, que debe «desactivar un enfrentamiento serio» y es «un paso sustancial hacia la reconciliación».
Pero un portavoz de Chaudhry se tomó el anuncio con cautela: «hubo tantas promesas rotas en el pasado. Se ha generado mucha desconfianza. Tenemos que ver la notificación oficial», dijo a la prensa Atar Minula.
Musharraf destituyó a Chaudhry y otros 60 jueces -de los que 53 ya volvieron a sus puestos- porque temía que le impidiesen participar en unas presidenciales.
Las protestas por la decisión acabaron obligando a Musharraf a dimitir y pusieron en peligro al actual gobierno, que fue aplazando el cumplimiento de su promesa de devolver el cargo a sus jueces.
Los analistas y comentaristas advirtieron que la salida a la crisis debilita aún más al presidente Zardari -fortaleciendo a su rival, Sharif- en un país amenazado por los grupos fundamentalistas y le deja aún más en manos del ejército, el poder de facto en Pakistán desde su fundación, hace 62 años.
«La restitución de los jueces hará que la gente recupere la confianza en la democracia, pero el papel de mediador» que han ejercido las fuerzas armadas, «aumentará la dependencia de los militares que tiene Zardari», dijo el experto en comunicaciones paquistanío Tausif Ahmed Jan.
«El enfrentamiento debilitó a Zardari, aumentó la popularidad de Sharif y lo hizo mucho más fuerte», sentenció.