Cecilia Sarkozy, una «primera dama» francesa imprevisible



Desde la elección de su esposo como Presidente francés, contadas han sido las apariciones de Cecilia Sarkozy como Primera Dama, aunque no ha dejado de protagonizar varios episodios espectaculares.

La prensa ha publicado algunas fotos de Cecilia de compras en la Costa Azul durante un fin de semana en Bréganí§on, con unas amigas en los salones del Elí­seo o más recientemente con las enfermeras búlgaras en el avión que las conducí­a de Trí­poli a Sofí­a. Pero prácticamente nada en materia de compromisos oficiales, inauguraciones o veladas de caridad, que parecí­an ocupar el tiempo de las «primeras damas» hasta ahora.

Nicolas Sarkozy habí­a dicho varias veces que su esposa «tendrí­a un papel» en el Elí­seo, pero nunca lo definió.

El pasado 6 de mayo, domingo de la segunda vuelta de las presidenciales, no se dejó ver en todo el dí­a. No acompañó a su marido al colegio electoral de Neuilly, donde está empadronada la pareja. Posteriormente se supo que ella no habí­a votado.

Reaparece en privado en una fiesta para celebrar la victoria de Sarkozy en el restaurante Le Fouquet’s de los Campos Elí­seos. En público, en el escenario de la plaza de la Concordia, un poco ausente, nerviosa.

Diez dí­as más tarde realiza un verdadero desfile en el Elí­seo para asistir a la investidura del nuevo presidente, con un vestido de satén sin mangas firmado por Prada.

Posa para los fotógrafos rodeada por los cinco hijos de su familia «recompuesta», sus dos hijas de un primer matrimonio con una figura de la televisión francesa, Jacques Martin, los dos hijos del primer matrimonio del presidente y Louis, de 10 años, el hijo de la pareja.

El 6 de junio llega su primera salida internacional, en la cumbre del G8 en Heiligendamm (Alemania). Pero al cabo de un dí­a, regresa a Parí­s, oficialmente para celebrar el cumpleaños de su hija menor.

El 12 de julio salta la noticia de que Cecilia se encuentra en Libia, para reunirse con las enfermeras búlgaras encarceladas desde hace ocho años acusadas de inocular el sida a niños, y con el coronel Muammar Kadhafi.

Dos dí­as más tarde está presente en la tribuna de honor del desfile militar del 14 de julio, al lado de la esposa del emir de Qatar, invitado de honor del que se sabrá después que ha tenido un papel importante en la resolución de la crisis de las enfermeras búlgaras.

Por la noche, no está en el gran «concierto popular» organizado a petición de su marido en el Campo de Marte.

El 23 de julio, regresa a Trí­poli, de donde viaja el 24 con la enfermeras a Sofí­a y tiene un recibimiento de heroí­na. No habla ante las cámaras.

El 11 de agosto, de vacaciones en Estados Unidos, en el último momento no participa en el pí­cnic organizado por la familia del presidente George W. Bush, oficialmente por una leve «angina». Al dí­a siguiente, le sacan fotos mientras está de compras…

Desde el final del verano, silencio total exceptuando una entrevista de L’Est Républicain el 4 de septiembre, en la que dice que fue a Libia «en tanto que mujer, en tanto que madre», y confirma que se negará a declarar ante una comisión de investigación.

El 20 de septiembre, con el rostro protegido con gafas negras, asiste al funeral de Jacques Martin, su primer marido.

Dos semanas después, nueva ausencia señalada, no participa en el viaje a Bulgaria, que se presenta triunfal.

Nicolas Sarkozy se desplaza solo y ve a las enfermeras un momento. Achaca la ausencia de su esposa a las crí­ticas recibidas por su misión libia, que la han «herido». Los rumores de tensiones conyugales reaparecen.