Caverní­colas digitales.  El llamado del Papa a los curas


 Ayer salió publicado en las páginas del L»osservatore Romano el mensaje del Papa Benedicto XVI, a propósito de la Jornada de las comunicaciones sociales, en el que invita al mundo católico y especialmente a los curas a usar Internet para anunciar el Evangelio.  «A ustedes,  queridos sacerdotes, renuevo la invitación a acoger con sabidurí­a las singulares oportunidades ofrecidas por la moderna comunicación.  El Señor los convierta en anunciadores apasionados de la buena noticia también en el nuevo «agora» puesto en los actuales medios de comunicación», les dijo el Papa.

Eduardo Blandón

 La Iglesia, en materia de comunicaciones, ha demostrado a través del tiempo sagacidad y arrojo en el anuncio del Evangelio.  En la Edad Media, por ejemplo, los monasterios estaban repletos de copistas, secretarios y redactores que trabajaban frenéticamente para traducir obras y conservar textos que serví­an no sólo para atiborrar las bibliotecas, sino para emplearlas tanto en la defensa contra los ataques de los adversarios (función apologética), como en la difusión de la buena noticia (función evangelizadora).

Lo mismo sucedió cuando se inventó la imprenta.  La Iglesia la usó en la impresión de Biblias (quizá en menor cantidad que las impresas por el mundo protestante a partir de Lutero), catecismos, salterios, textos litúrgicos, obras para confesores y muchos libros usados por los académicos -textos filosóficos y manuales teológicos-.  La imprenta revolucionó el planeta y los curas le supieron, como se dice en Guatemala, sacar raja al instrumento de los dioses.

En cuanto a Internet, la Iglesia que con el tiempo tiene un gusto especial por lo anquilosado, lo tradicional, conservador y viejo, no siempre ha estado a la altura de sabios cristianos.  Aunque, por experiencia personal, ya en 1986 en los seminarios habí­a computadoras (ya no usábamos máquinas de escribir -que eran también electrónicas- para hacer nuestros trabajos académicos), muy cautelosamente los ha empleado como ágora en el anuncio del Evangelio.  Tengo algunos ejemplos.

La revista jesuí­tica, La Civiltá Cattolica, cuyo contenido es de lí­nea ortodoxa (como cosa rara según su naturaleza) y de publicación romana, todaví­a (a estas alturas del partido) no ofrece a sus lectores ni suscripción electrónica ni posibilidad de leer sus artí­culos por la red.  Si Usted pide explicación a sus editores, escuchará respuestas vagas y sólo explicables en la prehistoria de las comunicaciones.  Otro tanto sucede con las publicaciones de los curas que las condenan al papel y con los sermones que no los disponen en formatos electrónicos.  O sea, la evolución no ha sido fácil para los buenos monjes aferrados a la imprenta.

Evidentemente se han hecho esfuerzos.  Ahora se me ocurre el buen trabajo que ha hecho Radio Vaticana que permite bajar su programación en formato MP3, la buena difusión de L»Osservatore Romano y el portal de la Iglesia en Facebook, pero en general, tiene razón el Papa en pedirle a los curas que dejen de ser caverní­colas y aprendan a introducirse en el mundo de la cibernética.

Concluyamos con las propias palabras de don Benedicto XVI a sus curas: «Le nuove tecnologie applicate al mondo della comunicazione offrono capacití  illimitate alla diffusione del Vangelo. Il sacerdote deve cogliere questa opportunití , assicurando la sua presenza nell»era digitale, fedele alla Parola di Dio».  Es tiempo de dar un paso revolucionario.