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Un hombre trabajaba cierta mañana en su jardín cuando de pronto se hizo una leve herida en la mano con las tijeras mientras podaba sus rosales.
Se detuvo un momento para observar la herida y como vio que era muy leve, únicamente la limpió con su pañuelo y continuó trabajando sin prestar más atención a lo sucedido.
Por la noche sintió la mano dolorida y fue atacado por alta fiebre. Pensando que se trataba de un resfriado espero al siguiente día, pero al amanecer lo atacaron fuertes convulsiones. Por fin su esposa llamó al médico cuando éste llego era tarde, pues el hombre ya había fallecido por su infección titánica producida por la cortadura con una tijera de jardinería.
De la misma manera, las pequeñas faltas a la moral y los pequeños errores que cometemos a veces los tratamos como si fuesen heridas leves. No les prestamos atención y no nos preocupamos de ellas hasta que han infectado de tal forma nuestra alma que ya es muy difícil su curación.
Tratemos pues, de eliminar cualquier error, cualquier falta de nuestra conducta por pequeña que sea o la hagamos parecer, y con esto evitaremos la muerte de nuestra alma.
Ni lágrimas ni lamentos para mañana.
Corrige hoy lo que debieras corregir.