Israel celebra sus 60 años de existencia, un aniversario que para los palestinos, más divididos que nunca en la búsqueda de un Estado propio, es el de la «catastrofe» – «nakba» en árabe – como llaman el éxodo al que fueron obligados por la creación del Estado hebréo.
Jamal Al-Roumi, un profesor de árabe de 51 años, vive en el campo de refugiados de al-Amari, en Ramala. Desde su casa ve la colonia de Pesagot, establecida en 1981 en la colina vecina, prueba de esa «catastrofe» que forzó a 700 mil palestinos a abandonar sus tierras.
«Cada año veo las celebraciones y los fuegos artificiales con ocasión de las fiestas de la independencia. Y cada vez vuelve a mi mente el recuerdo de mis padres que en 1947 abandonaron nuestra tierra en Lod», cerca de Tel Aviv, explica.
«Lanzan fuegos artificiales frente a nuestro campo para provocarnos. Lo saben, y lo hacen adrede», agrega Abdel Nasser Bayid, de 41 años, otro habitante del campo de refugiados.
Su vecina, Nawal al-Naani, una madre de familia, opina que las celebraciones son un símbolo de «la injusticia y la opresión».
Mientras Israel se enorgullece de haber creado un estado moderno, dotado con una economía fuerte, el balance de los palestinos es amargo: Cisjordania está partida en trozos por 121 colonias judías y centenares de retenes militares.
La «barrera de seguridad» entre Israel y Cisjordania está a punto de terminarse. Gaza está en manos del movimiento islamista Hamas mientras el Fatah laico reina en Ramala.
Las esperanzas de un acuerdo de paz y del establecimiento de un estado nunca fueron tan exíguas, a pesar de lo que dice el gobierno norteamericano que insiste en que quiere lograr una solución al conflicto antes de que el presidente George W. Bush deje su puesto en enero 2009.
«Si el mandato del presidente Bush termina sin un acuerdo, nos encontraremos en un callejón sin salida muy difícil y nosotros, los palestinos, examinaremos las medidas a tomar», advirtió el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abas, a finales de abril, a su regreso de Washington.
Relanzadas oficialmente durante la conferencia internacional de Annapolis, en noviembre pasado en Estados Unidos, las negociaciones están en punto muerto, trabadas por cuestiones claves que ya hicieron fracasar los intentos de paz en el pasado tal como los refugiados, el estatuto de la ciudad santa de Jerusalén o las fronteras.
«Los palestinos se encuentran en un impase político: Gaza y Cisjordania están divididos, las negociaciones no avanzan, sigue la construcción del muro, la banda de Gaza está asediada» por Israel, resumió Amer Asaf, uno de los organizadores de las ceremonias de la «nakba» que tendrán lugar el 15 de mayo en Ramala.
En Cisjordania, Israel mató o encarceló a los jefes de los grupos armados. Otros, sencillamente, depusieron las armas, como Zakaria Zubeidi, un antiguo jefe en Jenín de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, próximas al partido Fatah de Abas.
«Hemos fracasado en nuestra revuelta. No obtuvimos ningún resultado positivo. Es un fracaso contundente», explicó recientemente en el diario israelí Haaretz.
«Estamos en una situación más peligrosa que la «nakba»», opina Charif Kanaana, profesor de antropología en la universidad Bir Zeit de Ramala, aludiendo a las luchas intestinas palestinas y la llegada al poder del Hamas en la franja de Gaza en junio de 2007.
Y agrega: desde la muerte de Yaser Arafat, el líder histórico de los palestinos, existe «un peligro de desintegración» de la causa palestina.