Caso Rosenberg: reivindicación de cooperativistas


   Durante los recientes años me he vuelto más arisco, de manera que no suelo asistir a actividades sociales y de otra í­ndole; pero el jueves anterior me sentí­ obligado a participar en una reunión fraternal y fue entonces cuando sostuve una amena y a veces áspera conversación con un colega columnista.

Eduardo Villatoro

    Como no podí­a ser de otra manera, la plática giró alrededor de los resultados de la investigación realizada por la CICIG en torno al asesinato del abogado Rodrigo Rosenberg, y como es normal, también, no coincidimos en todos nuestros comentarios sobre este escandaloso y trágico suceso, pero estuvimos de acuerdo en la mayorí­a de nuestros mutuos planteamientos.

   Le contaba a este amigo, cuyo nombre no estoy autorizado a mencionar, que el dí­a en que se difundió por la televisión el video en el que el finado Rosenberg revela la supuesta causa de su violenta muerte y menciona los nombres de altos funcionarios que presuntamente eran los autores intelectuales del asesinato, uno de mis hijos, con los ojos muy abiertos y el rostro un tanto desencajado, al terminar de ver y escuchar la cinta, me preguntó a bocajarro: -Papá, ¿vos creés que Colom mandó a matar a ese señor?

   Ante lo sorpresivo de la pregunta pensé algunos segundos antes de responder, lo que escribo resumidamente a continuación: Por lo poco que conozco al Presidente, dudo mucho que él sea capaz de ordenar el asesinato de alguien.  Tiene sus debilidades humanas, ha cometido muchos errores, como no combatir la violencia criminal; pero no es un asesino, como tampoco su esposa ni el otro funcionario que mencionan.

   El tiempo me ha dado la razón. Las investigaciones de la CICIG han sido contundentes y serí­a conveniente que todos aquellos que fueron acusados por el señor Rosenberg, sin ninguna prueba que lo pudiera respaldar, deberí­an ser reivindicados ante la opinión pública. Mi amigo compartió este punto de vista, sobre todo cuando abordamos el caso de los representantes cooperativistas ante la junta directiva de la Asociación Nacional del Café (sobre lo cual dijo que iba a escribir), porque fueron los únicos cuatros funcionarios aludidos  indirectamente por el abogado inmolado, que tuvieron la hidalguí­a de renunciar a sus cargos (por demás ad honórem) para que su presencia en sus puestos directivos no entorpecieran las investigaciones.

    Si el presidente Colom se siente satisfecho porque la CICIG lo eximió de responsabilidad en el asesinato de Rosenberg, lo menos que puede hacer es restituir en sus cargos a esos directores de la Anacafé (cuyos nombres ignoro), en un acto de justicia, si se toma en consideración, asimismo, que esos representantes de los pequeños y medianos cooperativistas del ramo cafetalero, constituyen en la práctica un balance en las decisiones que adopta esa asociación, que siempre habí­a sido dominada sin estorbo alguno por los grandes y poderosos caficultores. .

   Esos representantes de las cooperativas se han opuesto a decisiones encaminadas a favorecer los egoí­stas intereses personales de acaudalados exportadores, que son los que con más vehemencia propugnan y logran la devaluación de la moneda nacional, aunque el resto mayoritario de la población pague los efectos de la carestí­a del dólar y sus consecuencias en la vida de los guatemaltecos…

    Otras aristas del caso enfocamos con mi colega, que podrí­a compartirles, aunque ustedes no coincidan conmigo.

   (El cooperativista Romualdo Tishudo cita este refrán: -Sólo los grandes sabios y los grandes ignorantes son inmutables)