Caso Portillo: desleales, canallas, cobardes


Eduardo-Villatoro-2013

Advierto que no fui amigo del expresidente Alfonso Portillo, con quien sólo conversamos en tres oportunidades, a iniciativa suya, previo a las elecciones de 1999 cuando resultó triunfador. Yo tenía mis reservas de su postulación por ser el candidato del FRG, pero relativamente disipó mis dudas y creí que tenía la capacidad y el valor de abanderar causas populares y de enfrentar a la  oligarquía. Al ser elegido me invitó a formar parte de su gobierno, pero decliné de inmediato. No volvimos a encontrarnos.

Eduardo Villatoro


Posteriormente fui uno de sus críticos, especialmente por la corrupción que se entronizó en su régimen, causa por la cual, al entregar el poder fue objeto de persecución judicial conjugada con evidente dosis de acoso político, como jamás ha ocurrido con recientes gobernantes que fueron más hábiles para desfalcar al erario, en proporciones mucho mayores que los atribuidos al zacapaneco, que se queda chiquito si se compara con las acciones presuntamente delictuosas que se endilgaron a familiares del ex gobernante Óscar Berger, incluyendo el ingreso de contrabando en centenares de contenedores, y las acciones corruptas cometidas durante el período presidencial del pusilánime Álvaro Colom, cuyos funcionarios andan tan campantes después de haber saqueado a instituciones como Fonapaz…
 
No intento justificar ni defender al ex presidente Portillo; pero, en principio –como lo señalé en anterior artículo– censuré la falta de gratitud y lealtad de quienes fueron altos funcionarios de su gobierno y protegidos suyos. Despreciables y canallas.
 
Respecto al apocado expresidente Álvaro Colom no podía esperarse otra cosa; porque siempre procuró quedar bien con todos, desde sindicalistas hasta plutócratas; desde gobernantes de Estados Unidos hasta los hermanos Fidel y Raúl Castro, pero el ex Jefe de Estado cubano ni siquiera lo recibió, pese a que el cohibido mandatario guatemalteco pretendía condecorarlo. Y cuando Washington requirió la entrega de Portillo, entonces Colom no vaciló en congraciarse con la Casa Blanca.
 
Coincido con analistas que han señalado que el delito de blanqueo de dinero de que se acusa a Portillo no figura en el acuerdo bilateral de extradición suscrito en 1941 entre Guatemala y Estados Unidos, como no podría imputársele lo contemplado en la Convención de la ONU contra la corrupción, de 2006, porque Washington lo firmó bajo reserva; y aunque no hubiese sido así, según la legislación guatemalteca la ley no tiene efecto retroactivo.
 
 Admitiendo que ambos tratados son aplicables a Portillo, porque así se resolvió en todas las instancias jurisdiccionales de Guatemala, por lo menos debió haberse procedido con disfrazado decoro, y juzgarlo aquí; pero fue entregado a las autoridades norteamericanas en forma encubierta al ser extraído del hospital militar, donde estaba enfermo, y enviarlo al aeropuerto, donde lo esperaba una avioneta estadounidense, poniendo en riesgo su vida.
 
Con todo lo que se le inculpa a Portillo es de cobardes echarlo de su patria sigilosamente y con lujo de fuerza. Indignante.
 
(El rústico Romualdo Tishudo recuerda un refrán muy guatemalteco: –A todo coche le llega su sábado).