Casillas vací­as en la papeleta presidencial


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Con la resolución de anoche de la Corte Suprema de Justicia, de permitir la participación como candidato presidencial de Harold Caballeros, el Tribunal Supremo Electoral deberá utilizar el modelo de papeleta con diez candidatos, el cual dejará dos casillas vací­as.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

 


No sé si a usted le pasa lo mismo, pero yo al ver a los diez candidatos no veo quién se haya interesado por mis intereses, o, por lo menos, intereses comunes que nos importen a los guatemaltecos. La mayorí­a de propuestas de los candidatos surgen como ideas descabelladas, que surgen de sus mentes, pero ninguno toma en cuenta propuestas que han surgido de consensos.

Peor ahora que no hay un candidato oficial, no hay quien defienda lo que se ha hecho, y solamente se promete continuar con los programas sociales, sin siquiera anunciar su evolución o, al menos, ofrecer transparencia.

El sistema democrático moderno se ha simplificado lacónicamente en una representatividad, la cual ha sido mal entendida y, por ello mismo, ha generado la desconfianza del elector. Las autoridades electas creen que tienen el poder, que se le fue entregado en las urnas por los electores, y que con ese poder pueden hacer lo que quieran. No recuerdan las bases democráticas que establecen que ellos tan sólo REPRESENTAN el poder del pueblo.

Pero esta manipulación del concepto democrático ha sido posible por politiqueros descarados, expertos en justificar actos de corrupción. Los gobernantes usualmente creen y hasta dicen que pueden tomar la decisión que tomaron, ya que representan a más de un millón y pico de los ciudadanos que votaron por él.

Pero no se trata de un respaldo, los votos no son cartas blancas. Al contrario, son compromisos adquiridos, los cuales deben ser fácilmente exigibles a la hora de que no se defiendan los intereses de los votantes.

Con el rechazo definitivo de Sandra Torres como candidata presidencial, la ex Primera Dama llamó a no votar por ninguno de los presidenciables, como es evidente, porque, por el momento, no darán ningún apoyo a candidato presidencial, lo cual es comprensible, aunque seguramente en la segunda vuelta podrí­an hacer algún acuerdo.

De la misma forma, otras agrupaciones, como sindicalistas o grupos pro migrantes, han llamado al voto nulo o voto de castigo contra los partidos polí­ticos que no han impulsado polí­ticas a su favor. A diferencia de la postura de Sandra Torres, la de estos grupos es una postura legí­tima, ya que la ex Primera Dama llama a no votar, en una postura polí­tica, mientras que las otras agrupaciones simple y sencillamente no se sienten representados.

Lastimosamente, el sistema de partidos polí­ticos nos ha construido una perfecta ratonera. Nuestra democracia está condenada a votar sólo por los lí­deres de los partidos polí­ticos, quienes no respetan las autoridades populares, y postulan solamente a quien tiene los recursos monetarios suficientes para pagar la campaña más onerosa posible.

¿Qué pasa si ninguno de los diez presidenciables –por no hablar de los candidatos a diputados, por ejemplo- nos representan? El problema del abstencionismo es que este no representa en cifras el verdadero poder del pueblo. Los politiqueros simplemente hacen caso omiso de quienes se abstienen de votar, sin importarles que este sector sea la mayorí­a.

El problema del voto en blanco es que en las mesas electorales creen que se debe a un descuido del elector, que olvidó emitir su voto en esa papeleta. El problema del voto nulo es que los partidos polí­ticos meten en ese mismo costal a los inconformes con los que los fiscales de mesa electoral lograron arrebatarle a otro partido, sólo porque el votante se pasó ligeramente de la casilla.

Aunque de la misma forma no tenga legalidad, le propongo a usted, en caso de que no se sienta representado, aproveche las dos casillas electorales que estarán en blanco. Puede escribir el nombre de dos personas –para presidente y vicepresidente- que usted considere que lo representarí­an mejor que los diez propuestos por los partidos polí­ticos. En la segunda casilla, usted podrí­a razonar su voto, o bien, expresar por qué no vota por ninguno de los otros diez candidatos.

Finalmente, la junta electoral –más intolerante que un autómata que reconoce sólo mandatos fijos- le apuntará su voto como nulo. Pero la diferencia es que usted estarí­a haciendo un ejercicio mucho más democrático, y quizá por allí­ puede empezar a cambiar la cosa.

A mi juicio, el ideal de la boleta democrática serí­a una hoja en blanco, en la cual los ciudadanos –perfectamente letrados y conscientes- escriban el nombre de quien consideren que debe tener la representatividad.