Estimados compañeros y compañeras de la Gotera:
Quiero expresarles que coincido con el planteamiento que les ha hecho Carlos Sarti con respecto a la forma en que ustedes han hecho la lucha ideológica a propósito del artículo que escribió Edelberto Torres Rivas sobre Cuba. Al leer la respuesta de ustedes al artículo de Edelberto y aún en la aclaración que le hicieron posteriormente (imagino que respuesta a una eventual reacción del propio Edelberto) pude darme cuenta que no podía ni siquiera imaginar los argumentos de éste con respecto a Cuba. Era síntoma de que ustedes no se metieron con los argumentos de Edelberto, sino hicieron lo que mi maestro en el bachillerato Juan Luis Molina Loza me enseñó como la falacia ad hominen. Al igual que Calobeto (Carlos Sarti), me gusta mucho la enjundia que ustedes ponen al rebatir las dominantes opiniones de derecha que se publican en los medios de comunicación. Seguiré apoyándolos y difundiendo sus observaciones que van a contracorriente de la dictadura mediática que vivimos aun en las mejores democracias liberales y representativas. Pero les he enviado una observación (que ni siquiera se dignaron en contestarme): sus respuestas son demasiado largas. Ahora les envío otra observación: sean menos hepáticos y no personalicen el debate. Debate que se personaliza se degrada.
Por supuesto que el que no esté de acuerdo con la forma en que ustedes respondieron a Edelberto, no quiere decir que esté de acuerdo con los argumentos vertidos en su artículo publicado en elPeriódico. Solamente apelo al debate respetuoso, sobre todo si se trata de un sociólogo de grandes méritos y aportes al desarrollo de las ciencias sociales en Centroamérica. Concuerdo con ustedes en el sentido de la frase que ustedes adjudican al Che (por cierto un amigo cercano de Edelberto): «No me digas dónde has estado, dime dónde estás ahora». Le podría agregar la frase de Bertold Brech con la cual terminaba el planteamiento del PGT sobre la vía de la revolución guatemalteca: hay hombres que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles. Pero hay historias de vida y hay trayectorias que se deben tomar en cuenta. Siempre recordaré la primera vez que vi a Edelberto: era yo un niño, a principios de los 60, y cuando desperté estaba un hombre joven durmiendo al lado de mi cama. Era Edelberto Torres Rivas y había llegado en la madrugada a esconderse de la persecución de que era objeto por el gobierno guatemalteco.
Dicho lo anterior quiero expresar que mi desacuerdo fundamental con el artículo de Edelberto es que su crítica a Cuba se me antoja abstracta. Esto sucede porque en su análisis, en el cual dice verdades insoslayables, el bloqueo y el asedio imperialista (sí, imperialista, aunque ahora la palabra suene mal) de los Estados Unidos de América no es una variable sustancial en la explicación de lo que sucede en la isla. En dos pasajes de su artículo esto se me hace evidente. El primero de ellos es cuando afirma que Cuba y su socialismo resuelven unos problemas y luego se enredan con otros y pone como ejemplo las limitaciones y las colas que durante dos generaciones ha vivido el pueblo cubano. El segundo de ellos me deja perplejo: dice Edelberto que desea que no haya un solo cubano que desee huir «y si quiere salir de su patria, que sea como expresión de su libertad». El derrumbe del socialismo real le quitó a Cuba el 85% de su mercado exterior y le provocó una penuria extraordinaria. A diferencia de México con motivo de la crisis de 1994-1995 (llamada la de «el error de diciembre») no hubo una gran potencia que le diera 20 mil millones de dólares para salir del apuro. Al contrario, esa gran potencia especuló con que a Cuba le sucedería lo que a la Unión Soviética de Gorbachov: que surgiría un Yeltsin y que implantaría un capitalismo mafioso y salvaje. Con un bloqueo implacable y la desaparición de la sustancial ayuda soviética, no entiendo por qué motivo Edelberto le endilga a la propia revolución cubana la responsabilidad sustancial de las carencias y colas de los cubanos. Ni tampoco entiendo porque insinúa que la salida de los cubanos de la isla se deba a un afán de libertad cuando en Centroamérica, decenas de miles de personas «huyen» anualmente de la región hacia Estados Unidos de América. En México, país petrolero y la treceava economía del mundo, aproximadamente medio millón de mexicanos se van para dicho país anualmente. Cabe recordar que ni los centroamericanos ni los mexicanos tienen el estímulo de que serán recibidos con los brazos abiertos como sucede con los cubanos. Ni tampoco se benefician de la perversa ley que les otorga la green card y la ciudadanía a los cubanos que ponen pie en tierra estadounidense. ¿Se imaginan ustedes lo que sucedería en México y Centroamérica si a sus ciudadanos los Estados Unidos de América les concedieran un trato similar?
De igual manera me parece que su crítica a lo que él considera el autoritarismo (¿totalitario?) cubano también se abstrae del asedio imperialista. Como lo recuerda Ignacio Ramonet en su libro que contiene la larga entrevista con Fidel, ya San Ignacio de Loyola había aseverado que «En fortaleza asediada, cualquier disidencia es traición». En los Estados Unidos de América, que dista mucho de ser una fortaleza asediada, bastó el terrible incidente terrorista del 11 de septiembre de 2001, para promulgar el «Acta Patriótica» que permite el secuestro de sospechosos para poder interrogarlos a placer y el espionaje generalizado. También se ha buscado legalizar la tortura. Y ya ni abundemos en las terribles condiciones que viven los presos de Guantánamo. Pese al disgusto que nos podrían provocar las penas impuestas a los disidentes, me parece exagerado insinuar que Cuba comparte con los países del este europeo en la época soviética, «rasgos totalitarios». Pese a su condición de «fortaleza asediada», en Cuba se está abriendo un debate muy interesante en el seno de una incipiente sociedad civil y en el partido, con respecto al salario, con respecto a los permisos de salida (ya Silvio Rodríguez se pronunció públicamente sobre esto), con respecto a las formas de propiedad, con respecto al centralismo y al burocratismo y con respecto a los medios de comunicación. Me parece también que el tratamiento de la sucesión de Fidel por parte de Edelberto no es profundo. Un observador atento de lo que sucede en la isla, puede inferir que allí se está observando un relevo generacional escalonado. Detrás de la vieja guardia con Raúl Castro, Juan Almeida, José Ramón Machado Ventura (a quien Edelberto alude peyorativamente sin nombrarlo), está una generación intermedia encarnada en personas como Ricardo Alarcón de Quesada, Esteban Lazo, José Ramón Balaguer, y Francisco Soberón. Le sigue una generación más joven aún, con dirigentes como Carlos Lage, Abel Prieto, Felipe Pérez Roque y Carlos Valenciaga. El Consejo de Estado tiene un promedio de edad que oscila entre los 40 y 50 años y fue renovado en más del 40%. Una observación más detenida podría inferir que el nuevo Consejo de Estado es además de una articulación de viejas y nuevas generaciones, una que refleja distintas tendencias o concepciones en el seno del Partido Comunista.
Podría decirse mucho más, pero he cometido el error que ustedes cometen en sus comunicaciones: me he extendido demasiado. Disculpen mi inconsecuencia y reciban un afectuoso saludo.
P.D. Disculpen también la pregunta, porque éste es otro debate: ¿De dónde sacaron ustedes que el PGT tenía un «esquemita facilista» de la Revolución?