Entre mi esposa y yo sumamos un total de 104 años de ser maestros ejerciendo ese ministerio con vocación demostrada a lo largo de los años, tanto en las áreas urbanas como en las rurales del país. Es por eso muchachos, estudiantes de magisterio, que les escribimos esta carta abierta.
Al escuchar declaraciones de algunos de ustedes en los diferentes medios de comunicación, nos llama la atención que en ningún momento hablan de tener como metas la mejora de la carrera magisterial para que ustedes trabajen hacia la excelencia en sus actuaciones en el aula en beneficio de sus futuros alumnos. Las razones de rechazo son trasnochadas y tan gastadas, que da lástima saber que así es la forma de pensar de los futuros maestros en el Siglo XXI. El mundo entero habla de que para mejorar el sistema educativo de un país, es indispensable mejorar la preparación y la profesionalización de los maestros.
Imaginamos que ustedes decidieron seguir la carrera de magisterio porque tienen vocación de ser maestros. ¿Qué significa para ustedes vocación? ¿Qué significa para ustedes ser maestro? ¿Están ustedes conscientes de lo que significa formar al niño, al niño al que ustedes eventualmente educarán? ¿Qué tipo de maestro quisieran que educara a sus hijos? ¿Un maestro que es guía, que forma su mente, su cuerpo y su espíritu para que triunfe en la vida? ¿Prefieren que sus hijos sean “educados” por un maestro que les enseña a retar a la autoridad, a bloquear calles y carreteras y a hacer perder el tiempo a funcionarios que tienen cosas importantes y urgentes que atender para mejorar la educación en Guatemala?
Podríamos seguir haciéndoles una serie de preguntas que los llevaría a ustedes a hacer una verdadera reflexión acerca de su vocación y de por qué decidieron seguir magisterio. No quisiéramos equivocarnos pensando que ustedes solamente decidieron esa carrera como el medio más fácil de obtener un empleo y por supuesto, uno en el gobierno. El que ustedes sean estudiantes e imaginamos, menores de edad, los obliga a una cosa: A ser estudiantes y eso quiere decir estudiar, prepararse de la mejor manera posible para ejercer el oficio que ustedes libremente escogieron y para el que decidieron prepararse.
Es cierto que sus papás hacen un gran esfuerzo para que ustedes estudien. ¿Es protestando y dejando de estudiar como ustedes responden a ese sacrificio? ¿No creen que es vergonzoso y humillante que Guatemala sea uno de los pocos países en el mundo que gradúa maestros a nivel de secundaria? ¿No les gustaría obtener una licenciatura, ser más preparados académicamente y tener un mejor salario?
El ESTADO somos todos, cada uno de ustedes, sus papás, sus vecinos, nosotros, nuestra familia, nuestros vecinos, nuestras comunidades y finalmente nuestra sociedad. El que el Organismo Ejecutivo sea quien maneje los establecimientos a los que ustedes asisten, no lo obliga a darles empleo una vez ustedes se gradúen. Es obligación nuestra, de ustedes y de nosotros, prepararnos para obtener un empleo. ¿Cómo pretenden ustedes lograr uno, si en lugar de estudiar se dedican a perder el tiempo en protestas inútiles? No nos digan que “defienden sus derechos”. ¿Qué derecho no implica una obligación? ¿Cómo van a actuar ustedes el día que desempeñen un trabajo y tengan que ejecutar tareas no necesariamente agradables?
Maduren, recapaciten, piensen en Guatemala, en esos niños que ustedes “educarán”. Maduren, el país los necesita, necesita su juventud, su dinamismo, su energía, sus ideas, su acción positiva. Si no unimos esfuerzos para que Guatemala avance, nos estamos condenando a tener un Estado fallido y aquí, jóvenes, no será el gobierno el único responsable.
Quienes les escribimos no somos ricos, ni derechistas, ni oligarcas, ni enemigos del desarrollo. Ambos somos educadores, hemos trabajado en establecimientos públicos y privados, somos formadores de maestros y por eso les escribimos. Recapaciten, maduren, analicen su actuar. ¿Qué están aportando para que el sistema educativo de Guatemala se transforme y sea uno que busque la excelencia? Aporten sus valores (mi deseo no es mi derecho), participen positivamente, den sus ideas, sus inquietudes, no teman al futuro. A propósito, ¿cómo ven ustedes el futuro? ¿Qué estará cada uno de ustedes haciendo en el año 2,030? Sólo son 18 años, tendrán entre 34 y 37 años; escojan. De aquí al año 2030 podemos visualizar dos futuros para ustedes: Uno: A pesar de todas las huelgas en las que durante tres años participaron, a pesar de que durante cada año escolar “estudiaron” entre 90 y 100 días de los 180 estipulados, lograron graduarse. En esos años, ¿cuánta pedagogía, psicología infantil o psicopedagogía, neurociencias, didáctica general y las especializadas, cuánta formación cívica y cuánta ética y moral aprendieron? En ese futuro, han conseguido un empleo con salario mínimo porque su preparación, en especial el uso y el manejo correcto del lenguaje y de la matemática son bajos. Se han acomodado porque están trabajando en el gobierno, bajo el renglón 021, tienen escalafón y esperan su jubilación. No son felices, están frustrados porque en el fondo sus aspiraciones eran otras. Dos: Estudiaron duramente, se prepararon y pasaron la primera etapa, la secundaria. Luego entraron a la universidad y estudiaron una carrera magisterial por cinco años, con grandes sacrificios sin duda, se graduaron con una licenciatura y algunos siguieron una maestría. Son respetados como excelentes docentes, tienen mayores ingresos y han engrandecido al país.
Muchachos, ustedes escojan entre ser huelgueros vitalicios o ser parte de esa nueva generación que sacará a nuestra sociedad de la crítica y la protesta irracional y el eterno bochinche que le impide avanzar, porque aquellos que de verdad trabajamos por Guatemala nos vemos muchas veces obligados a hacer lo urgente y no lo importante como constructores de un nuevo país. Recen, imploren al Espíritu Santo, que María de La Asunción, los ilumine y dedíquense a lo único que un estudiante está obligado a hacer: estudiar. Sean líderes y no masa. Enseñen el camino, prepárense para ser funcionarios públicos; tal vez entonces lleguen a comprender el sacrificio que significa ser buen Ministro de Educación. Si uno de ustedes ocupara ese ministerio, ¿Cómo actuarían con los estudiantes que actúan igual que ustedes lo están haciendo? A propósito, ¿quién recogerá la basura que dejan después de cada protesta, quién reparará el daño a los edificios, quién sanará las ofensas que ustedes profieren contra quienes sólo buscan mejorar su (la de ustedes) excelencia educativa? Atentamente
Carmen y Raymond J. Wennier