Pregunta obligada: ¿parte es del resarcimiento? ¿Acaso les dolió la conciencia? al momento de darle el nombre, justo, de Jacobo Arbenz Guzmán a la ruta al Atlántico. En las postrimerías del cuatrenio que termino su período, fue tomada tal decisión, recibida con complacencia de sectores afines al exmandatario, coronel Arbenz cuyo programa de gobierno era nacionalista.
Plausible determinación, en virtud que la inició y avanzó, al mismo tiempo de restantes ejes importantes en beneficio del progreso nacional. Entre ellos el puerto de Santo Tomás de Castilla, hidroeléctrica Jurún Marinalá y la reforma agraria, Decreto 900. Este último provocó su caída, mediante la invasión mercenaria, en respaldo directo del gobierno estadounidense.
Corría el año de 1954 y a la mayor potencia mundial en modo alguno convenía su aplicación, por cuanto afectó sus intereses, por ejemplo grandes terrenos de la Frutera en el departamento de Izabal. De igual forma otras hectáreas ubicadas en Tiquisate, departamento de Escuintla, fueron expropiadas, conforme establecía la ley en mención, máxime las tierras ociosas.
A estas alturas aún persiste, tipo espina profunda, el fraccionamiento de la sociedad, cuando menos se espera salen a relucir dichos resabios de sabor amargo. Desde entonces la división entre los guatemaltecos tuvo afianzamiento lamentable, que separó al colectivo en dos grupos: comunistas y anticomunistas. Dos polos contrarios de fuerza tremenda y disociadora.
En el ámbito político sus implicaciones son hondas, pese a denodados esfuerzos por la unidad anhelada, de calificativo conciliador, una patente capaz de lograr de repente esa meta constructiva y victoriosa, llamada a deponer situaciones inverosímiles, festinadas con el membrete de fanatismo recalcitrante y egoísmo acentuado, inclusive obsoleto y dañino.
Si analizamos serenamente dicha problemática de años tras años, esgrimida en múltiples ocasiones por obcecación visualizada en gran medida, puede además deducirse sea una especie de resaca. En términos generales percibimos fácilmente en las revueltas suscitadas en toda la Tierra. Así sean sus efectos naturales o fenómenos, descontrol total y cambios climáticos.
La idiosincrasia chapina además de tantas características definidas se ve aniquilada a extremo en picada, seguramente el rumbo apunta a evidentes pérdidas significativas. Deberíamos retomar aquellos viejos caminos que levantan polvo rumbo a un mejor destino, falta adoptar con premura la decisión al parecer congelada, ajena a seguir adelante a paso de vencedores.
Nos lo exige la historia, a fin de tener conocimiento de los hechos de la mencionada ciencia, al parecer una asignatura pendiente de recuperación. Cuando tengamos conocimiento verdadero de la misma, seremos fieles amantes de la guatemalense tierra que nos vio nacer, crecer y talvez morir, por ella a través de un comportamiento digno, palpable y en crecimiento positivo.
Confiamos a pie juntillas que el nombre de carretera Jacobo Arbenz Guzmán mantenga firmeza en la mente, de suyo volátil y propensa a confundir a menudo los nombres de toda la infraestructura física, digna de refrescarla en el acto no fruto de amnesia con tendencia volátil. Es del conocimiento público como de un rato para otro, todo se hace bolas así nomás.
Para muestra unos botones de enorme tamaño. Sabía usted, apreciable lector que lee estos renglones con benevolencia, que el nombre oficial del puente del Incienso, existente en la punta de la lengua no es de esta manera. Oficialmente fue de ingeniero Martin Prado Vélez, un exalcalde famoso. En dichas calendas hubo al frente del Palacio de la Loba varios ingenieros.
El mayor escenario futbolístico de la zona 5, erigido en el gobierno del expresidente doctor Juan José Arévalo Bermejo, al principio recibió el nombre de Estadio de la Revolución, justo en homenaje de la gesta liberadora del 20 de octubre de 1944. Posteriormente se tomó la decisión oficial de denominarlo Mateo Flores, es obvio que en su homenaje y gloria del deporte.