El director español Carlos Saura se salta todas las convenciones en su última película, «Fados», al introducir una coreografía para acompañar este canto tradicional portugués impregnado de nostalgia y melancolía que en general se escucha con recogimiento.
«Â¿Y por qué no?», preguntaba el propio director de «Fados», que se estrenó la semana pasada en los cines portugueses.
«Muchos fados tienen un ritmo y una cadencia que se pueden bailar. La regla consiste en decir que el fado no está hecho para bailar es una invención puramente portuguesa, afirmó en conversación con la AFP.
«Silencio, van a cantar el fado». Con esta fórmula consagrada empiezan en general los espectáculos clásicos de fado, en los que el espectador aguza el oído en un ambiente de luces tamizadas y se dejar guiar por la emoción.
En su última película, el director español de 75 años escenifica una visión muy personal del fado. Ha querido dar una imagen diferente de este género musical tradicional siguiendo su evolución, desde sus orígenes africanos y brasileños hasta las interpretaciones más innovadoras debidas a una nueva generación de artistas que sube hoy a los escenarios.
Un fado en perpetua evolución con aportaciones de los ritmos africanos, el hip hop, la música clásica o la bossa nova con intérpretes de diferentes nacionalidades como los brasileños Caetano Veloso, Chico Buarque, la luso-mozambiqueña Mariza o la mexicana Lila Downs.
Al optar por plural «Fados» en el título, Saura ha querido subrayar la variedad y las posibilidades nuevas de un género demasiado rígido, marcado estos últimos años por la tradición.
«He querido introducir en mi película ciertos elementos que creemos han podido influir en el fado (…), por ejemplo los ritmos de Brasil o Africa», explica el director español.
«El fado forma parte de mi cultura, como el tango y otros estilos musicales», subraya.
Música emblemática de todo un pueblo y voz de Portugal en el mundo gracias a artistas como Amalia Rodrigues, el fado, según ciertos especialistas, proviene de Brasil donde los ritmos negros importados por los esclavos africanos se mezclaron con las «modinhas», aires musicales de los salones nobles.
Luego llegó a América del Sur de la mano de los aristócratas y sus domésticos, que en 1807 habían seguido a la corte portuguesa que abandonó Río de Janeiro huyendo de las tropas napoleónicas.
Sin renegar de la tradición, una nueva generación de fadistas ha surgido estos últimos años, dispuesta a asumir el relevo y añadir su marca personal con artistas como Camané, Katia Guerreiro, Mafalda Arnauth, Cristina Branco, Pedro Moutinho o Mariza.
Nacida en Mozambique, Mariza, que figura en «Fados», se está convirtiendo en la nueva diva del fado en el mundo, inspirándose en un mundo lusófono más amplio y arropando con nuevos instrumentos la tradicional guitarra portuguesa.
«Me parecía una de las artistas que mejor podían romper el círculo y abrirlo», afirma Saura.
«Me parecía fundamental renovar el fado. Existe un fado ortodoxo, clásico, que está ahí para durar. Y existe otro que lleva a los fadistas a ir más lejos. Creo que el mestizaje es fundamental», estima el cineasta.
«Fados» es el último capítulo de la trilogía del cineasta español consagrado a la música, después de «Flamenco» en 1995 y «Tango» en 1998, nominado para la mejor película extranjera.
Carlos Saura
Director español