El pintor mexicano Diego Rivera se refirió a Carlos Mérida (1891-1984) expresando «(…) no por haber nacido en Guatemala es menos mexicano representativo. Ha realizado una labor de americanismo en pintura extremadamente interesante». Se refería a Mérida por su talento, inteligencia, sensibilidad, profesionalismo, devoción, entrega, cultura universal, oficio, dedicación y pasión. Diversas instituciones de la cultura mexicana lo recuerdan con afecto y le hacen homenajes, como ocurrió el pasado 7 de octubre en la galería de Arte Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), donde se inauguró la exposición Trascendencias Visuales.
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Mérida viajó en diversas ocasiones a París donde frecuentó el taller de Modgliani y compartió con otros pintores como Pablo Picasso. Al regresar a México, donde permaneció desde 1919 señaló: «La pintura abstracta es el mejor camino para una entrega sin reservas». Años más tarde compartió jornadas de trabajo junto a Diego Rivera, en especial, cuando pintaron los murales del Anfiteatro Bolívar en el Distrito Federal.
Carlos Mérida se vinculó, como parte de su obra, con los tres grandes del muralismo mexicano: Orozco, Rivera y Siqueiros. Con ellos fundó el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores. En la expresión del muralismo, los aportes de Mérida son amplios y de gran calidad en Guatemala y México. Por esta razón el escritor guatemalteco Luis Cardoza y Aragón señala: «En la obra de Carlos Mérida domina la sensibilidad a las cualidades intelectuales. Sensibilidad plástica que se expresa de definida manera en unas cuantas líneas, en unas cuantas manchas inevitables. Ha reducido la pintura a lo esencial».
También expresa: «Carlos Mérida no se ocupa tanto del juego de las formas, cuanto del juego poético de las sensaciones de las formas». En Guatemala también sostuvo estrecha relación con tres grandes de la pintura guatemalteca: Marco Augusto Quiroa, Roberto Cabrera y Elmar René Rojas. Con ellos fue amigo y maestro porque Mérida -expone el crítico de arte Alfonso de Neuvillate- «fue un hombre ilustrado, un verdadero artista renacentista universal y por ello vino a enriquecer el panorama de la expresión subjetiva, individualista, pasional y de múltiples consideraciones estéticas y éticas». Y añade que Carlos Mérida concibe «la esencia el cosmos, el misterio de la dualidad real-irreal de su ancestral pensamiento maya y, con expresiones exentas de literatura y de otros ingredientes de la plástica, se decide a pintar la pintura y hacer del medio plástico la sacralización de la individualidad».
Logró la integración de las artes. Pintó murales de mosaicos en espacios abiertos y en zonas de reunión. Integró sus dibujos en donde exaltaba, además del trabajo gremial, las ideas y los signos, la simbología de lo antaño y la modernidad, Cuando el proceso democrático de Guatemala se encontraba en desarrollo, Mérida se trasladó en 1950 a Roma como agregado cultural de le Embajada guatemalteca en Italia.
Mérida señaló que empezó a pintar cuando comprendió que no iba a ser pianista. Sus conocimientos musicales permitieron que lo nombraran director de la Escuela de Danza de la Secretaría de Educación Pública, en México. Asimismo, fue parte de la expresión pictórica denominada integración plástica. Lo formaron un grupo heterogéneo de artistas e implicaba la conjunción de la arquitectura, pintura y escultura como un todo. Además, Mérida logró la estructura básica y rítmica para dar nacimiento y continuidad a sus esculturas. La integración plástica fue una respuesta en pintura de «Un grupo sin grupo», señalaron algunos cronistas de la época (1950). Mérida y compañeros buscaban una «nueva universalidad plástica», con perdurabilidad en el estilo. Este hecho explica que las inquietudes de Mérida permitieron que abordara diferentes géneros de la pintura. Es en este aspecto donde destacan los ritos, religiosidades y vestidos mayas. Plasmó en forma surrealista el sentimiento de su pintura. Esto no significa que en él «hay arte popular, sino tradición popular del arte».