Carlos Benedicto Sosa Pérez


Alejandro_Quinteros

En los últimos días ha circulado por todos los medios de comunicación y redes sociales una noticia que ha sido capaz de conmover a la ciudadanía guatemalteca. Carlos Benedicto Sosa Pérez, un niño de diez u once años, sufrió hace poco más de una semana de abusos por un grupo de adolescentes en un pinchazo y que bajo engaños lo sujetaron y sin piedad le descargaron aire comprimido en sus intestinos.

Alejandro Quinteros


Esta es sin duda una noticia horrible, tan indignante que a pesar de haberse dado en una aldea del departamento de Huehuetenango que a veces se nos hace tan lejano, ha generado una gran cantidad de opiniones de muchos ciudadanos, desde los usuarios de las redes hasta el Presidente de la República.
 
La sociedad guatemalteca vive una situación similar a aquellas que se encuentran en medio de la violencia que genera una guerra. La violencia se ha vuelto tan común y está tan cerca de todos, que ya llegamos a verla como “normal”. A muchos causa molestia cuando escuchan en la radio que asesinaron a alguien en su ruta, “se va a hacer tráfico, que molestia, hay que irse por otro lado” son frases que se escuchan todos los días. En los barrios del país cuando hay balacera la gente ya no se esconde, más bien sale a ver “a quién mataron hoy”. Y en esas escenas del crimen, en las que debiera de sentirse un ambiente pesado, lo único que se siente es la algarabía generada por los comentarios de las decenas de presentes, no pudiendo faltar aquel que grita ¡granizadas!, ¡algodones! o de pronto la campana de alguno o varios heladeros que aprovechan a que “se junta la gente” para mejorar las ventas del día. 
 
Ya no nos importa la vida, la violencia nos tiene sumidos en un letargo que nos hace retroceder como humanos y presentar conductas casi animales ante los crímenes y sus consecuencias. Aquí ya damos gracias cuando sólo nos asaltaron, pero no nos hicieron “nada”, cuando en otras latitudes un asalto a mano armada es algo poco frecuente y da mucho de qué hablar en ciudades enteras moviendo el tapete a cualquier autoridad y haciéndola actuar con toda su fuerza para encontrar la justicia. 
 
Pero aquí ya somos unos desalmados que tenemos que esperar a que sucedan casos como el de Carlos Benedicto para volvernos humanos nuevamente y pensar un poco en los momentos que pasó, el dolor que siente su familia y la justicia que se espera sea aplicada a los hechores. Y lo peor del caso es que esto es pasajero, pues en pocos días seguimos igual, nos olvidamos, así como lo hicimos hace más de un año con el caso del taxista Jorge Cac, cuya familia murió al estallar una bomba en un bus en la Calzada San Juan.
 
Es la hora de poner un hasta aquí, de buscar nuestra consciencia y recuperarla para dejar de actuar como si no tuviéramos corazón. Guatemala necesita de cada uno de nosotros, sus ciudadanos, construyendo una mejor sociedad en base a los esfuerzos de cada uno. Esfuerzos que no deben concentrarse únicamente en la supervivencia, sino en el desarrollo a través de la cooperación bajo un liderazgo sano. Basta ya de seudolíderes que lo único que hacen es polarizar, enfrentar a unos con otros y dividir a una sociedad que debiera estar más unida que nunca. 
 
¡Descanse en paz Carlos Benedicto y que Dios nuestro Señor le dé valor, fuerza y amor a su familia para que busque la verdadera justicia y pueda seguir adelante siempre unida!