Una breve información adjunta al reportaje que sobre el sombrío panorama de los derechos humanos publicó La Hora el miércoles 23, basado en denuncias de Amnistía Internacional, me condujo a intentar establecer el paradero de dos ambientalistas guatemaltecos, víctimas de la impunidad y el abuso de poder.
El despacho de la AFP indica que en Guatemala -con uno de los bosques tropicales más importantes del mundo y una reserva de la biosfera maya- Carlos Albacete y su esposa Piedad Espinosa tenían a su cargo la ONG Trópico Verde, cuando fueron intimidados y agredidos por hombres armados.
En 2001, al sobrevolar el parque nacional Laguna del Tigre, de más de 300 mil hectáreas, distinguieron una sencilla casita en un terreno cultivado de una hectárea. Dos años después descubrieron que una amplia extensión de esa región, miles de árboles habían sido talados y los terrenos adjudicados a personas particulares vinculados con funcionarios gubernamentales.
Carlos y Piedad denunciaron las ilegalidades y publicaron en la prensa fotografías de las hectáreas deforestadas.
Intrigado por esa escueta información, para obtener más detalles acerca de aquellos ambientalistas llamé telefónicamente al Centro de Atención Legal-Ambiental y Social de Guatemala (CALAS), donde la voz de una mujer malhumorada me respondió que ignoraba quién es Albacete y que ni el director general Yuri Giovanni Melini ni el abogado asesor Rafael Maldonado me podían atender.
No es la primera vez que me sucede algo semejante en CALAS. Después de haber publicado dos artículos sobre la desaparición de dos modestos guardarrecursos, en Suchitepéquez, llamé allí para obtener más datos, pero nadie respondió mis preguntas.
Sin embargo, por medio de Raquel, una compatriota que reside en Estados Unidos, obtuve un artículo publicado en La Opinión Digital, escrito por Javier Sierra, quien revela que en Guatemala la tala ilegal ha cobrado el 60 % de sus bosques ancestrales en 15 años, incluyendo 750 mil hectáreas de la reserva de la biosfera maya.
Precisa que Carlos y Piedad, quienes durante los 13 años que han combatido el pillaje de los tesoros naturales guatemaltecos y la inacción y complicidad, han estado viviendo «al filo de la navaja», al extremo de que en enero pasado desde un vehículo en marcha dispararon al taxi donde se conducían. Milagrosamente salieron ilesos.
Tras una investigación ?puntualiza Sierra-, los ambientalistas concluyeron que los criminales pertenecen a la PNC y a la investigación militar, y por ello decidieron salir del país, dirigiéndose primero a Estados Unidos y después a un país europeo, para salvar sus vidas.
El columnista Javier Sierra dice que estos «dos héroes» merecen el Premio Medioambiental Goldamn, pero ni a Carlos ni Piedad les interesa el galardón, sino salvar los bosques del Guatemala, aunque permanezcan en el olvido y sus nombres ni siquiera sean recordados por sus colegas de CALAS y otras ONG´s ecologistas. ¡Qué falta de solidaridad!
(Un médico ambientalista le pregunta a Romualdo: -¿Su perro come concentrado? El guardarrecursos responde: -¡Qué va! Ese chucho es bien distraído).