Guatemala, Centro América y el Caribe es una de las regiones más desiguales, más endeudadas del mundo. En nuestra patria, el combate a la pobreza, a la extrema pobreza, la reducción del hambre se produce lentamente, gota a gota, mientras que la riqueza se concentra aceleradamente.
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La principal causa del hambre estriba en la limitada, escasa e insuficiente inversión pública en el área social, todo lo cual se ve afectado por el elevado porcentaje del presupuesto de ingresos y egresos del Estado destinado al pago de intereses y de capital de la deuda externa.
Guatemala destaca tristemente por el reducido gasto social, por la baja inversión en programas alimenticios de combate al hambre. Nuestro país tiene deudas con las instituciones financieras internacionales, con los gobiernos de otros países y con entidades privadas internacionales. El pago de intereses elevados y capital de la deuda puede ser sujeto de canje si sabemos plantear y explicar que Guatemala, lamentablemente, es el país de toda América Latina, que más elevados índices de desnutrición infantil posee.
Recientemente los medios de comunicación social publicaron que estamos a punto de que 700 mil guatemaltecos se incorporen a la situación de pobreza y por consiguiente se eleve el porcentaje de personas en extrema pobreza, más que Haití.
En el pasado, algunos de nuestros gobiernos no han sabido reconocer, por falso orgullo, que necesitamos la comprensión y la ayuda internacional para paliar y combatir el hambre y la pobreza, como lo ha reconocido Nicaragua y Honduras; incluso, la improcedente soberbia privó que al millón y medio de emigrantes que están en Estados Unidos se les concedieran programas temporales para trabajar y residir en el exterior como sí lo logró El Salvador.
Ante la crisis y elevación de precios de los alimentos, ante el constante aumento de los derivados de petróleo, debemos plantear seria y efectivamente a los países desarrollados con quienes tenemos deudas, a los organismos internacionales, el canje de los elevados intereses y si es posible del pago de capital a cambio de programas específicos dedicados al combate de la desnutrición infantil y a la reducción de la pobreza y extrema pobreza en la que están más de la mitad de los guatemaltecos.
Los países desarrollados, especialmente los países integrantes del Club de París y del G-8, en este momento de crisis, son sensibles al planteamiento del canje de la deuda externa por programas de alimentación e inclusive por programas de fomento a la producción local de alimentos básicos. De la misma manera que ellos subsidian a sus agricultores, fácilmente comprenderían que la mejor ayuda para combatir el hambre, la pobreza y la inmigración es que los pequeños agricultores que producen principalmente para subsistencia, se les dote con programas de riego, de semillas mejoradas y de fertilizantes orgánicos e inorgánicos.
La información del Instituto Nacional de Estadística evidencia y comprueba la pobreza y extrema pobreza en más de cien municipios, principalmente en el Occidente del país. Los pueblos indígenas, los niños y las mujeres son quienes más sufren, quienes más están afectados por la falta de inversión en programas sociales.