Los partidos políticos con un concepto de nación deberían de haber desarrollado no una instancia de nombre, sino un efectivo foro de discusión, comunicación y búsqueda de entendimientos que les permitiera evaluar, discutir, resolver los diferentes problemas nacionales y los incidentes que se producen dentro de sus miembros. Debería de existir entre ellos «un teléfono rojo» como existe entre las dos grandes potencias mundiales y rivales: Estados Unidos y Rusia.
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Es natural que durante un proceso eleccionario se compita por obtener la nominación, la elección a los diferentes puestos de elección popular. Es lógico que cada partido o candidato pondere los méritos, los atributos, las capacidades y experiencias de quien propone y aceptable que también señale las debilidades de sus competidores.
El permanente canibalismo de los partidos políticos no les ha permitido favorecer una agenda de nación, un programa de medio y largo plazo que busque la solución de los problemas económicos y sociales; en lugar de ser objetivos en la solución de cualquier problema que produzca alguno de sus afiliados que fueron electos y de respetar a los tribunales, al Ministerio Público, recurren a la guerra política, enfrentándose, no dejan de estar en campaña los cuatro años de gobierno, demostrando sus debilidades sin lograr comprender que sus principales opositores, que sus principales oponentes son los grupos de poder que impiden el desarrollo de la mayoría de los guatemaltecos.
Construir es un trabajo de día tras día, de años, destruir basta un momento, una descarga de veneno verbal que anule lo que durante años se edificó. No se puede tapar los errores, pero tampoco se deben magnificar o convertir en una lucha que impida durante cuatro años hacer el trabajo para el que se eligió a un gobierno, a un alcalde, a un diputado. Como en una danza primitiva, vemos como saltan, gritan, se acusan, gesticulan e impiden dejar el problema en las manos de quienes corresponde.
El presidente ílvaro Colom y el vicepresidente Rafael Espada deberían de hacer de caso que van a una cumbre de presidentes, a un foro internacional urgente e invitar a los secretarios generales de los partidos, a la Junta Directiva y Jefes de Bancada del Congreso y a ese máximo nivel acordar un cese de agresiones, una agenda de nación que prevea la solución de la carga tributaria, de los problemas de aumento de la canasta básica y del petróleo, así como la política laboral y salarial, la disminución de la pobreza, lograr un consenso entre las fuerzas políticas de medio y largo plazo, en uno, dos o tres intensos fines de semana, para que gobiernen el país los políticos y no los grupos de presión o de poder.
Si a una convocatoria del más alto nivel algún partido, algún dirigente político se niega, se excusa, no concurre, no busca acuerdos de nación, evidenciará que no merece que el pueblo de Guatemala lo respete, lo apoye y, por supuesto, lo considere como alguien que merece el respaldo, el voto para encargarse, en el futuro, de buscar las soluciones que el país requiere.
La actual crisis mundial y nacional hace urgente y perentorio sumar y no restar, de lo contrario el fracaso y la crisis de un Estado casi fallido será la responsabilidad de quienes no edifican, sino solo destruyen. La falta de soluciones políticas y sociales obliga a un acuerdo, a una transformación del aparato de gobierno y a un aumento de la responsabilidad social. Emulemos a Ismael Cerna: «…No olvido que?quisiste engrandecer la patria mía y en nombre de esa patria te perdono».