Candidatos pelean voto a voto


Los dos candidatos a la Presidencia de Brasil, la oficialista Dilma Rousseff y el opositor José Serra, entraron en la disputada recta final de la campaña sin haber conseguido el apoyo del Partido Verde, tercero en la primera vuelta, y bajo un fuego cruzado de acusaciones de corrupción.


La ex candidata ambientalista Marina Silva anunció el domingo que el Partido Verde no apoyará ni a Rousseff ni a Serra, dejando libres a los 20 millones de brasileños que la votaron en la primera vuelta de las elecciones a inicios de octubre, y que pueden ser decisivos en este segundo turno de las elecciones.

«Los casi 20 millones que votaron nuestra propuesta mostraron que hay una sensibilidad muy grande en la sociedad brasileña por el medio ambiente y la sustentabilidad, y lamento profundamente que ese tema siga siendo ignorado por los dos candidatos», denunció Marina Silva el lunes en entrevista de radio.

Rousseff y Serra mostraron sus nuevas armas para conquistar los votos en un debate televisado la noche del domingo.

«Salieron el aborto y Dios» de la disputa electoral y entraron la corrupción y ataques más selectivos. Rousseff afirma que Serra privatizará las empresas públicas y el opositor intenta mostrar que ella no tiene el peso de Lula, destacó la columnista de Folha Eliane Cantanhede.

Un desgastante fuego cruzado de denuncias de corrupción -contra el gobierno Lula, del que Rousseff fue la ministra jefa de gabinete hasta marzo, y contra la gobernación de Sao Paulo que Serra dirigí­a- ocupó la atención de la prensa y las campañas el fin de semana.

La delfina de Lula, que parecí­a destinada a vencer en el primer turno electoral el 3 de octubre, comenzó a perder votos tras las denuncias de tráfico de influencias que impactaron a la ministra jefa del gobierno que la sustituyó.

Pero lo que más desgastó la imagen de Rousseff fue el éxodo del electorado religioso, temeroso de que despenalice el aborto, un tema tabú en el paí­s con más católicos del mundo y que la oposición supo aprovechar.

Tras un pujante inicio de campaña para la segunda vuelta electoral, la encuesta Datafolha divulgada el fin de semana indicaba que el socialdemócrata José Serra se estabilizó en 41% de intención de voto. Ahora está por demostrarse si Rousseff sigue perdiendo votos, ya que el sondeo Datafolha mostró que cayó de 48 a 47%.

«Rousseff recuperó espacio en el sureste y mantiene la ventaja en el norte y nordeste. Esas no son buenas noticias para Serra y parece que la balanza volvió a inclinarse a favor de la candidata del presidente Lula», opinó a la AFP el consultor y politólogo de la Universidad de Brasilia David Fleischer. El experto destacó que el voto católico todaví­a es favorable a Rousseff, con 51%.

La disputa religiosa que ha llevado a iglesias y lí­deres religiosos en todo el paí­s a exigir un voto antiaborto y contra la unión homosexual, alcanzó fronteras peligrosas y se topó con una comunidad que organiza el mayor desfile gay del mundo, que reunió a tres millones de personas en junio en Sao Paulo.

La Asociación Brasileña de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Travestis y Transexuales (ABGLT), denunció el viernes que las discusiones religiosas que dominan la campaña promueven la homofobia y la discriminación, en una carta abierta a los candidatos presidenciales.

Los candidatos están ahora inmersos en la recuperación de votos y apoyos.

El popular Partido de los Trabajadores de Lula usó toda su capacidad de movilización para ganar el apoyo de movimientos sociales como los Sin Tierra, sindicatos, cristianos vinculados a la Teologí­a de la Liberación y la izquierda disidente, intentando al mismo tiempo que sus principales aliados no abandonaran el barco en favor del adversario.

Y Lula, con una popularidad de 80%, sin precedentes en el paí­s, anunció que hará una intensa campaña por su candidata.