Hoy La Hora llega a sus lectores con un cambio de presentación que fue largamente discutido y planificado, con la realización de estudios con nuestro público y público potencial, todo ello a cargo de la empresa experta en publicidad, Asterisco, bajo la dirección de Kitty Florido. Desde que mis hijos, y especialmente Pedro Pablo, asumieron la dirección del diario han venido realizando importantes cambios tanto en la edición impresa como en la edición electrónica en la que seguimos trabajando para optimizar resultados, y no deja de ser grato ver que una iniciativa suya, al destacar alguna de las palabras del titular principal resaltándola en color rojo, ha sido rápidamente imitada por casi todos los medios de prensa guatemaltecos.
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Lo mismo ha sucedido, al menos en un caso, con la campaña cívica que emprendió La Hora para hacer conciencia entre su público sobre la importancia de la participación ciudadana en temas puntuales para buscar y promover el cambio que el país necesita.
Hace algunos días leía en la revista Contrapoder un estudio sobre las empresas familiares y encontré una frase lapidaria, en el sentido de que “sólo 4 de cada 500 empresas familiares sobreviven las tres generaciones en América Latina” y pensé en cómo en La Hora hemos pasado la estafeta a la cuarta generación que viene con más vigor y entusiasmo para mejorar el producto sin abandonar la filosofía esencial de mantener un medio comprometido con los intereses del país y con la visión de informar de manera objetiva y balanceada, dando siempre espacio a todas las partes que tengan algo que decir acerca de algún hecho, noticia o acontecimiento, expandiendo además nuestra sección de opinión para abrirla a todas las corrientes de pensamiento que tengan interés en expresarse y mejorando nuestra dedicación a trabajos más profundos de reportaje sobre temas fundamentales para el entendimiento de la realidad nacional; todo ello sin descuidar aspectos como el que tiene que ver con la oferta de entretenimiento con el abordaje de temas más ligeros.
Estamos ahora a casi seis años de cumplir el centenario de la fundación del diario y creo que los ideales que inspiraron a Clemente Marroquín Rojas en aquel ya lejano 1920, cuando el país empezó a vivir aires de libertad tras la lucha para derrocar a la tiranía de Estrada Cabrera, se mantienen vigentes porque seguimos creyendo que el periodismo es mucho más que un negocio y una simple forma de vida, para convertirse en un oficio apasionado que se tiene que distinguir, por sobre todas las cosas, por un profundo sentido de la ética. La prensa es reconocida por muchos como un poder, pero como todos los poderes, puede convertirse también en un instrumento de abuso y hasta de chantaje, cuando no moneda de cambio para asegurar o preservar favores.
Siento una gran satisfacción cuando veo la dinámica que esa cuarta generación le ha impuesto a nuestra política informativa y al celo especial que prevalece en ese delicado campo de la ética. Tenemos que ser críticos certeros y duros, pero entendiendo siempre que la severidad de la crítica es mayor en la medida en que se mantienen los niveles de elemental respeto y tolerancia a las ideas ajenas.
Nos hemos comprometido abiertamente en la lucha contra la impunidad y la corrupción y por lo tanto queremos ser ejemplo en ambos casos. No creemos que el fuero que protege la libertad de pensamiento se deba confundir con impunidad ni mucho menos que sirva para pactar negocios a cambio de retorcer o manipular la información. Y esas ideas, esas aspiraciones, han podido fluir a mentes jóvenes, más inquietas y con una visión más fresca del mundo que no tiene nada que ver con la renuncia a los valores y los principios.