Cambio de dirección


Eso fue lo que, en resumen, le solicitó el pueblo de Estados Unidos a su presidente el señor Barack Obama. En mayo de 2009 Time Magazine publicó un artí­culo en el que se calificaba al Partido Republicano en «peligro de extinción» por las terribles derrotas sufridas ante su eterno rival, el Partido Demócrata. Maravilloso sistema el de la Federación gringa, sobre todo si lo comparamos con los sistemas del trópico americano, que permite a los electores recomponer el rumbo. Las elecciones celebradas el pasado martes pueden calificarse de históricas y aunque el «voto de castigo» puede hacer pensar a algunos que se trata de una lección para el actual Presidente de Estados Unidos de América, yo creerí­a que la lección fue sufrida y aprendida por el mismo pueblo norteamericano. Fueron los electores quienes pidieron «cambio» y con toda la razón, después de un doble perí­odo presidencial de G.W. Bush que siendo conservador puede calificarse de malo. El señor Obama, al que atributos no le hacen falta, enamoró al pueblo de su nación y la del mundo con su excelente capacidad de oratoria y su ofrecimiento de un «cambio» que vendió más por eso de ser «cambio» que por las polí­ticas que definirí­an el mismo.

John Carroll S.

Si analizamos las polí­ticas ofrecidas por el señor Obama desde su campaña electoral se puede ver con claridad que él pretendí­a hacer el cambio con polí­ticas que una y otra vez han fracasado en todos los casos donde se aplican. La famosa receta keynesiana del aumento del gasto para generar movimiento económico y empleos, resulta siempre en lo contrario, más desempleo, deuda pública astronómica y crecimientos espurios o negativos de la economí­a. A esta polí­tica debemos agregar la desgraciada maña de los gobernantes de salir como paladines de la justicia a rescatar bancos, aseguradoras y otros negocios por considerarlos indispensables para el funcionamiento de la economí­a. Eso sí­, los rescatan con el dinero de los tributarios y queriendo controlar a las instituciones financieras logran, otra vez, el efecto contrario. Lo que logran es que el empresario no mida su riesgo, total lo peor que puede pasar es que salga papá gobierno y socialice las pérdidas de sus accionistas y clientes.

Otra de las polí­ticas ofrecidas por Obama en campaña era aquella de traer servicios de salud de primera calidad para toda la población, ¡todos tienen derecho a un seguro médico! Que bonito se oye, ¿y quién lo va a pagar? ¿Porque tiene que pagar uno por las responsabilidades o destino de otros? Lo que lograrán será exactamente lo contrario: el sistema de salud será menos eficiente, habrá menos interesados en entrar al negocio de salud e investigación y principalmente el costo y la calidad de los servicios médicos se incrementará porque las decisiones estarán en manos de polí­ticos y no en manos de empresarios y clientes.

El equivocado fue entonces el pueblo y aparentemente el pueblo ya se dio cuenta de su error.

El Partido Demócrata perdió la mayorí­a del Congreso y el Senado quedó prácticamente equilibrado. Los demócratas deben de reconocer el triunfo Republicano y escuchar al pueblo para hacer o deshacer las polí­ticas correctas. El movimiento del Tea Party se hizo escuchar y fuera de un montón de ideas moralistas, su principal argumento fue lo que le dio empuje al Partido Republicano: Estados Unidos debe de volver la vista y ver qué fue lo que lo hizo desarrollado y pujante, no fue un Estado grande y protector, sino todo lo contrario. Un Estado que deje actuar, que deje emprender y comerciar, que deje tomar utilidades y pérdidas, y que trabaje con los ingresos que obtiene de los tributos y no comprometiendo a las futuras generaciones.

En todo caso el fantástico sistema de pesos y contrapesos americano le permite a su pueblo enmendar la plana y manifestarles a sus empleados, con soberaní­a, que corrijan el rumbo de la nave.