Niklas Luhmann, sociólogo alemán que analizó la sociedad desde la perspectiva de la teoría de los sistemas. Este intelectual, manejó un conjunto ideas dentro de su programa “Constructivismo operativo” y lo aplicó a la realidad cotidiana: los medios de comunicación. Por su parte, el profesor español Juan Luís Pintos, dice que con mayor exactitud y rigor deberíamos llamar a los medios, “Empresas de Fabricación de Realidad Social”.
La teoría luhmanniana aborda con rigor analítico la comunicación masiva, como la manera de operar en las sociedades -son sistemas sociales- y el hecho importante de convertirse en los instrumentos a través de los cuales esa comunicación se vuelve improbable, paradójicamente. Luhmann dice: “Lo que sabemos sobre la sociedad y aun, lo que sabemos sobre el mundo, lo advertimos a través de los medios de comunicación para las masas. […] Sabemos tanto, gracias a los medios de comunicación de masas, que no podemos confiarnos a dicha fuente”. Ni mucho deben ser nuestras fuentes únicas de información, particularmente ahora con Internet.
El sociólogo alemán no dice: “¿qué es aquello que nos proporciona a nosotros el conocimiento del mundo y de la sociedad?; sino más bien: ¿cómo es posible aceptar las informaciones sobre el mundo y sobre la sociedad como si se trataran de informaciones sobre la realidad, cuando se sabe cómo se produce esta información?” Por su parte, Juan Luís Pintos, viene reflexionando sobre lo que ha sucedido luego del agotamiento o desaparición de los modelos y paradigmas que servían de referencia común, para explicar lo que sucedía en las distintas sociedades y por qué sucedía. Esto, dice Pintos, ha vaciado de contenido las diferentes posiciones ideológicas en el sentido de que ha vuelto insignificantes los lenguajes políticos tradicionales, puesto que no es nada fácil distinguir entre conservadores, liberales o progresistas según las políticas (económicas, culturales, militares, etc.) que proponen los partidos políticos.
Esta situación, ha puesto en cuestionamiento el núcleo central de cada posición ideológica. Porque dicho núcleo se basaba en una concepción obsoleta del poder -a la que subyacía un referente único- de lo que es el orden social, y una creencia en la unidad del mundo como única realidad ontológica de referencia. Hoy nadie sabe quién es quién.
También, los medios han dejado en suspenso la capacidad comunicativa y emotiva de los discursos ideológicos. Lo que implicaría como resultado una progresiva desmovilización de los ciudadanos frente a cuestiones que les afectan. Ya no hace falta la retórica política, porque las cuestiones importantes no se discuten y los temas con los que se alimenta al simulacro de opinión pública reinante, pues mediante las diferentes “agenda setting” sólo orientan hacia cuestiones triviales (bodas reales, sucesos, etc.) o hacia cuestiones complejas y lejanas (guerras, epidemias, catástrofes)
El resultado general al que hemos llegado -que se puede apreciar desde final de los años ochenta- es una progresiva falta de legitimación social de las diferentes instancias de ejercicio del poder. Esta carencia afecta no sólo a los niveles más globales (ONU, UE, BM, FMI, OMS, OMC, etc.) y a los Estados y gobiernos nacionales, sino que se puede apreciar en la práctica de instituciones y organizaciones más conectadas con los individuos (Sistema Educativo y Sanitario, de Seguridad, Sindicatos, Partidos, Municipalidades, Asociaciones diversas de ciudadanos, familias, medios masivos, etc.). Lo que quizás pueda estar sucediendo es que haya cambiado la función de los distintos poderes y todavía no lo hayamos percibido de modo generalizado.