La semana pasada me refería al rechazo del CACIF y Cámara del Agro a la Ley de Desarrollo Rural Integral (DRI) y a sus planteamientos en relación a que la población debe diversificar sus actividades fuera de la agricultura, y de la necesidad de elevar la productividad como factor que saque a la población de la pobreza.
Me refería a que la productividad juega un papel importante, pero que ante la actual estructura de tenencia de tierra, donde lo que se expande es la industria extractiva, incluyendo monocultivos de caña y palma, lo que se consigue es una productividad concentrada en pocas manos. Con esto, el campesino que produce granos básicos pierde rentabilidad, en buena medida porque se encarece el arrendamiento, resultado de la participación de grandes capitales en el mercado de renta de tierra.
Por otro lado, la CamAgro resalta el papel de la agricultura de exportación por generar empleo en el campo. Y propone una figura de «Nuevo Campesino», que siembre hortalizas en asocio con el maíz, para ser más productivo y generar mejores ingresos, y dejan sugerido que el uso de transgénicos ayuda a mejorar rendimientos. Y señala que el «Nuevo Campesino» genera 6.08 veces más, y sus ingresos son 10 veces mejores
En primer lugar, esta figura propuesta de campesino que siembra granos básicos y hortalizas con altos niveles de productividad, se ha materializado en una zona del país que tiene condiciones para ellos. Se trata de varios municipios de Chimaltenango, donde existen condiciones en la calidad de la tierra, y en la cercanía con la capital, para hacer negocios con las agro-exportadoras y los supermercados que cada vez ofrecen en sus góndolas productos agrícolas.
Es importante hacer este matiz, ya que observando otras experiencias, se puede apreciar que no en todo el país hay condiciones para este tipo de agricultura. Hemos conocido casos en Sololá en que deben ir casi a regalar a la Central de Mayoreo, hortalizas que quisieron vender a Wal-Mart, pues no cumplieron los estándares de calidad exigidos por ellos. Y ni qué decir de zonas como el corredor seco. Ahí además, de no existir las condiciones de terreno para la siembra de hortalizas, tampoco se encuentran intermediarios agrícolas, ni ninguna otra alternativa, para la comercialización de hortalizas.
Allí la única opción por ahora es salir a vender entre sus vecinos, quienes por su poco poder adquisitivo hacen que se pague muy poco por esos productos. Una mujer en Santa María Xalapán nos comentó que sembró media tarea de rábano (12 X 9.6 metros), y vendió la mitad de su producción y lo único que pudo obtener fueron treinta quetzales.
Sin embargo, donde sí hay condiciones, el asocio de maíz y hortalizas podría ser una opción, toda vez haya canales justos de comercialización y no como los que existen actualmente, y que le dan poco valor a la producción campesina. Por otro lado, el uso de transgénicos (que aún se sospecha de sus efectos en la salud) no sería necesario si en vez, se siguiera promoviendo el trabajo de investigación del Instituto de Ciencia y Tecnología Agrícola -ICTA- que logró en su momento generar variedades de semillas aptas para las diferentes zonas del país -algunas patentadas por el sector privado- pero se desmanteló resultado de las medidas de ajuste estructural.
El sector privado de comercialización de frutas y hortalizas apostará solo a aquellos grupos agrícolas que les den los rendimientos y la calidad, los cuales no se obtienen en todo el país. En cambio, una instancia estatal que asuma la comercialización de granos básicos puede tener una cobertura nacional mucho mayor a la que el sector privado pretende de frutas y hortalizas, y así garantizar mejores precios al productor.