Calvario para ilegales



Empezamos por admitir que el problema de los guatemaltecos que tienen que viajar a Estados Unidos en busca de oportunidades es un problema nuestro que se deriva de la incapacidad que tenemos los guatemaltecos para ofrecer expectativas dignas de vida para los habitantes del paí­s. Entendemos que Estados Unidos, como cualquier paí­s del mundo, tiene sus propias normas migratorias y la capacidad y el derecho de aplicarlas para preservar el derecho de sus propios ciudadanos y por mucho que la migración sea un tema humano muy delicado y complejo, debe respetarse la soberaní­a de cada Estado para decidir sus propias normas para abrir o restringir el ingreso de extranjeros.

Sin embargo, entre la comunidad guatemalteca en Estados Unidos se tení­a la esperanza de que un debate a fondo de la propuesta de ley migratoria elaborada por la administración permitiera regularizar la situación de aquéllos que se encuentran actualmente en condición ilegal y que sufren lo indecible para subsistir, puesto que luego del 11 de septiembre de 2001, empezó una polí­tica mucho más rí­gida y severa, que impide a los ilegales hasta obtener licencia de conducir y cualquier documento de identidad.

El drama se complica porque Estados Unidos aplica, en materia de nacionalidad, el llamado Ius Soli, por lo que todos los hijos de inmigrantes ilegales nacidos en territorio norteamericano tienen esa nacionalidad, misma que no les sirve para reclamar la presencia de sus padres, no obstante que ellos tienen pleno derecho a vivir en el paí­s que les vio nacer y que les confirió la nacionalidad desde el momento de su nacimiento.

Por ello, las deportaciones masivas que se vienen dando provocan desintegración familiar y problemas adicionales a los que supone el simple enví­o de retorno de las personas que han sido capturadas sin llenar los requisitos migratorios. Y es previsible que en los próximos meses aumente el número de deportaciones porque los grupos más radicales contra la inmigración en Estados Unidos tienen ahora la ventaja de que los instrumentos legales que hay son muy duros en contra de los migrantes.

El problema será un mayor tráfico de ida y vuelta, porque la experiencia demuestra que casi todos los deportados vuelven a Estados Unidos, pero sin duda que si la vida ya es difí­cil para los trabajadores ilegales, será mucho más dura ahora que se entrampó la discusión de la nueva legislación que alentaba al menos alguna esperanza de que podrí­an normalizar su situación. Y es que tristemente, mientras nuestros paí­ses no puedan invertir más en el desarrollo humano para ofrecer oportunidades dignas para sus habitantes, éstos buscarán la forma de emigrar para concretar el sueño de vivir mejor, aún a costa de grandes sacrificios y penalidades. Por todo ello es que el calvario para nuestros compatriotas que han emigrado y los miles que aún piensan hacerlo, a pesar de todo, será mucho mayor y más pesado.