Si dos de las ciudades más progresistas de Estados Unidos no aprueban un impuesto a las bebidas azucaradas sin alcohol, algunos se preguntan si la iniciativa quedará decididamente sin efecto.
WASHINGTON / Agencia AP
Las gaseosas azucaradas han sido fustigadas durante años y muchos las culpan por las tasas crecientes de obesidad y enfermedades crónicas. Pero los esfuerzos por reducir su consumo por medio de impuestos y otras medidas han fracasado, en parte porque la industria que las produce ha invertido millones de pesos para contrarrestarlos.
Ahora San Francisco y Berkeley consideran si una botella de Dr Pepper con 64 gramos de azúcar debería ser tratada al igual que una caja de cigarrillos. Las dos ciudades californianas buscan ser las primeras en la nación en aplicar impuestos según la cantidad de onzas en las gaseosas azucaradas.
Hay mucho en juego, especialmente dada la reputación liberal de esa zona de California. Si se aprueban las medidas, Coca-Cola, PepsiCo y otras compañías temen que podrían movilizarse otros defensores de la salud en el resto de la nación. Pero de ser derrotada, la idea de un impuesto a las gaseosas azucaradas podría morir.
«La industria está realmente motivada a ganarnos aquí. Si pueden vencernos en San Francisco y Berkeley, nadie va a desafiarlos», advirtió Larry Tramutola, consultor político que dirige en Berkeley la campaña en favor del impuesto.
La idea no parece tener mucho futuro. Desde el 2009, se han aplicado unos 30 impuestos especiales a las bebidas azucaradas en varios puntos del país. Pocos cobraron impulso y ninguno prevaleció. Chris Gindlesperger, un vocero de la Asociación Estadounidense de Bebidas, el grupo cabildero de Coca y Pepsi, dijo que esos resultados demuestran que el público no apoya esa idea.
Otros objetan que la industria utiliza tácticas engañosas para derrotar las medidas, como establecer grupos con nombres como «Ciudadanos contra los impuestos a las bebidas» que pretenden ser iniciativas comunitarias sin serlo. De todos modos influyen en la actitud del público.
En San Francisco y Berkeley, partidarios del impuesto dicen que están mejor organizados para combatir dichas tácticas. Están tratando de educar a los votantes y se proponen lanzar avisos televisivos, volantes y campañas telefónicas.
«En otros sitios no estábamos preparados», admitió Maggie Muir, una asesora que fue contratada por legisladores de San Francisco para conducir el comité político en apoyo del impuesto a las gaseosas.
San Francisco propone un impuesto de dos centavos por onza en las gaseosas azucaradas pero no se aplicaría a la leche o a los jugos de frutas naturales sin azúcar añadida. Para ser aprobada, la medida necesita ser aprobada por dos tercios de los votantes.
Berkeley propuso un centavo por onza y necesita solo simple mayoría de votos.
Hace apenas dos años, medidas similares fueron derrotadas en otras ciudades de California. Parte del motivo es que aun algunos que consideran que esas bebidas pueden ser perjudiciales, no creen que el impuesto sea la solución.
Barbara Cassidy, de 50 años, teme que un impuesto a las gaseosas pueda conducir a gravámenes en otros alimentos. «Es un terreno resbaladizo», comentó.
En general, los estadounidenses han reducido el consumo de gaseosas durante años, con una reducción en el volumen de ventas de un 13% durante la década anterior, según Beverage Digest, que analiza la industria. Pero al contrario ha subido el consumo de otras bebidas azucaradas con imágenes más favorables; las bebidas deportivas, por ejemplo, registran un incremento de un 35%.
Imponer gravámenes a un producto para desalentar su uso se ha demostrado efectivo con los cigarrillos. Según la American Cancer Society, sociedad oncológica del país, bajan 4% las tasas de fumadores por cada aumento de 10% en el precio. De todos modos, al menos un estudio ha cuestionado la efectividad que podría tener un impuesto a las gaseosas azucaradas.
Francia y otros países han aplicado impuestos a las bebidas azucaradas. México, que tiene una de las mayores tasas mundiales de obesidad y consumo de gaseosas, aprobó el año pasado un impuesto a las bebidas azucaradas.
En la ciudad de Nueva York, el exalcalde Michael Bloomberg promovió limitar a 16 onzas el tamaño de las botellas de bebidas azucaradas en restaurantes y otros comercios. La medida fue rechazada después de cuestionamientos legales presentados por la industria de las bebidas.
Larry Tramutola
Consultor político