“Quality is not an act, it is a habit”. Aristotle
La “calidad educativa” es compleja y muy distinta a lo que es calidad en una fábrica; recuerden el modelo del siglo pasado, el modelo de fábrica como base de la educación.
El niño, el adolescente, no son “producto” al final de una línea de ensamblaje que puedan ser medidos y ver si alcanzaron la “calidad” para ser expuestos al público y ser comprados. Así se dice hoy día, “preparación para el trabajo” estar puesto en el mercado laboral para ser “comprado” si llena los requisitos. Los lineamientos han sido puestos por la globalización de la economía mundial que ejerce presión sobre el sistema educativo para que los alumnos sepan más datos y obtengan más conocimientos. Una industria puede controlar la materia prima y rechazar la que no tiene la calidad o la uniformidad requerida para manufacturar un producto.
El maestro no puede hacerlo. Él ha de tratar a individuos con habilidades, madurez, salud, nutrición, hábitos, estabilidad familiar, herencia y todas las variantes que afectan al ser humano; seres diferentes y tomarlo todo en cuenta a la hora de trabajar su formación integral. Con este panorama ¿cómo explicamos el uso del término calidad educativa?
Es aquí donde interpreto la palabra en dos formas diferentes. La primera es un verbo, una acción de hacer algo que tiene un fin, un estándar igual para todos, es un producto que ha sido “calidado”. El proceso de llegar a ese punto es “calidarear” (ambos términos son mi creación).
Hay tres elementos que representan la producción de calidad en la educación. El primero, son las instalaciones de edificios educativos. En sí, el edificio no es más que una serie de “productos individuales” que hacen un conjunto, que sigue un formato que al fin cumple elaborando un producto.
En una lotificación nueva, de casas que son iguales, hechas en serie, no se distingue nada diferente entre una y otra. Han sido “calidareadas”. Sin embargo, la diferencia es notada cuando está ocupada por una familia, el decorado interior tiene un estilo muy propio. No hay dos iguales. Ya no son producto que se pueda ver independiente uno de otro sino que tienen una visión del toque humano que hace sentir la “calidez” del hogar. Así son las instalaciones educativas. Se siente el calor humano en su arreglo, en un ambiente apropiado para trabajar con niños y jóvenes.
El segundo elemento son los “programas de estudios”. Están establecidos como fueron los planos de la construcción de las casas. El mismo contenido para todos. Imagínese que el plano para casas en el Petén sea igual para el altiplano de San Marcos. No hay variación de acuerdo al contexto de cada alrededor. En la escuela todo lo que hacen es convergente, cuando debería ser divergente, tomar en cuenta los intereses de los alumnos y las diferencias de los maestros en la aplicación de contenidos. Continuará.