Calentamiento global


Hace un cachimbazo de años, cuando yo trabajaba para el desaparecido diario El Gráfico y cubrí­a la fuente informativa del Centro Cí­vico, un dí­a de tantos, mientras hací­amos tiempo para que el alcalde recibiera a los reporteros de varios medios, nos sentamos en la oficina de Relaciones Públicas, a cargo de Vitelio Castillo, a tomar un cafecito y echar un buen párrafo.

Eduardo Villatoro

Por alguna razón me quedé observando a un señor de edad mediana que estaba inclinado sobre un largo mostrador. Era el chofer de la oficina. Se llamaba Antonio y le decí­an Pilatos. Vaya usted a saber por qué. Como ya nos habí­amos tomado confianza con el piloto me acerqué, para ver sobre su hombro qué noticia lo tení­a tan intrigado.

De pronto, al terminar la lectura, reflexionó durante breves segundos, dejó el periódico en su sitio y exclamó: ¡Qué chingados me importa a mí­ si para entonces ya estaré muerto!

La información que tení­a absorto a Tono Pilatos era referente a que como consecuencia de una serie de fenómenos naturales y ciertos cataclismos, todos los paí­ses del istmo centroamericano desaparecerí­an del mapa dentro de 300 siglos, minutos más, minutos menos.

Viene a mi memoria esta anécdota a propósito del Foro Económico Mundial (FEM) realizado la semana anterior en la ciudad suiza de Davos, durante la cual varios jefes de Estado de importantes naciones del mundo, así­ como destacados intelectuales, dirigentes empresariales y celebridades del mundo artí­stico se dedicaron, entre otros asuntos de importancia internacional, al examen del cambio climático.

Por medio de los noticiarios de la televisión española seguí­ con atención los debates que se celebraron, y me sentí­ muy optimista porque creí­ que finalmente conocidos lí­deres mundiales le estaban prestando toda su atención al calentamiento global, de igual manera, sólo que a la inversa, como me ha causado frustración la negativa de los sucesivos gobiernos de Estados Unidos de no adherirse al Convenio de Kyoto, para disminuir las emanaciones tóxicas.

Como en el caso de mi amigo Tono Pilatos, lo más seguro es que yo estaré bien muerto y olvidado cuando sobrevengan las secuelas del cambio de clima, aunque las generaciones actuales ya sentimos sus efectos con épocas lluviosas demasiado torrenciales o temporadas de frí­o fuera de estación, si es que todos los gobiernos de la totalidad de paí­ses del mundo no se comprometen a adoptar decisiones que salven a la humanidad, especialmente las naciones altamente industrializadas, porque me preocupa el destino de mis nietos y su descendencia, para generalizar a todas las generaciones futuras, si permanecimos impávidos ante la catástrofe por venir.

Decí­a que estaba optimista por los planteamientos y conclusiones del Foro de Davos, hasta que leí­ un artí­culo de Gustavo Capdevila, que me envió ví­a Internet una compatriota residente en Estados Unidos que se niega a autorizarme a que yo mencione su nombre.

El caso es que este periodista recoge pesimistas o reservadas opiniones de expertos en la materia que recibieron con cautela las conclusiones del mencionado encuentro mundial, como el vicepresidente de Amigos de la Tierra Internacional, Tony Juniper, quien señaló que el FEM podrí­a llegar a ser útil, pero por el momento no parece serlo a causa de que sigue promoviendo soluciones erradas y a veces ni siquiera eso; en tanto que el director de Greenpeace Internacional, Berd Leipold, advirtió que no debemos ser ingenuos porque el cambio climático progresaba mientras era negado, y continúa avanzando ahora que se le reconoce. Sostuvo que en tanto las chimeneas sigan arrojando gases de efecto invernadero, causantes del recalentamiento de la Tierra, carece de importancia «cuantas lágrimas de cocodrilo se derraman en Davos o en las páginas de los denominados informes de sustentabilidad»

Probablemente Leipold se referí­a a la presencia en ese foro de lo más granado de los dirigentes de empresas transnacionales, que mucha responsabilidad tienen en el calentamiento global.

Sin embargo, el director de AI dejó abierto un resquicio de esperanza, al decir que el hecho de que las discusiones en el FEM finalmente hayan versado sobre el tema del calentamiento global, que la sociedad civil ha venido insistiendo desde hace más de una década, demuestra la importancia del papel de las organizaciones no gubernamentales de promover los avances de los debates, para ayudar a la humanidad a preguntarse cuáles son las salidas hacia el futuro, no sólo de cara al tema abordado esta vez, sino en lo que respecta a la escasez de agua potable cuya crisis tiende a agudizarse en todos los paí­ses del mundo, incluida Guatemala, sin que tomemos conciencia del problema.

(Romualdo me recuerda cuando mi nuera Valerie, de visita en casa, corrió desde la sala hacia la cocina, para cerrar las dos llaves del lavadero de trastos que una empleada no habí­a cerrado. La esposa de mi hijo Pablo atinó a increparle: Si usted sigue desperdiciando agua, cuando Jóse ?mi nieto de 4 años? sea grande ni siquiera podrá bañarse).