Cadena perpetua y psicológicas para el monstruo de Amstetten


Josef Fritzl al momento en que esperaba escuchar su sentencia por cargos de incesto y homicidio. Fritzl pidió perdón ante la Corte.  FOTO LA HORA:  AFP ROBERT JAEGER

El austrí­aco Josef Fritzl, de 73 años, fue condenado hoy a cadena perpetua e internamiento psiquiátrico por un tribunal de Sankt Polten por el asesinato de uno de los hijos que engendró a su hija Elizabeth, a quien mantuvo secuestrada durante 24 años.


De espaldas a la prensa, Josef Fritzl no manifestó ninguna reacción cuando el tribunal que lo juzgaba desde el lunes emitió su veredicto.

«Lo lamento de todo corazón, ya no puedo hacer nada desgraciadamente», declaró poco antes al tribunal, al hacer uso de su derecho a la última palabra.

Antes del anuncio de la sentencia, el jurado habí­a declarado a Fritzl culpable de todos los cargos retenidos en su contra: asesinato, incesto, violación, secuestro, coerción y esclavitud de su hija, que tuvo siete hijos de esa relación incestuosa durante los años en que permaneció cautiva en el sótano de su casa en Amstetten (130 km al oeste de Viena).

La cadena perpetua corresponde al cargo de asesinato por la muerte de uno de los siete hijos. El bebé murió dos dí­as después de nacer en 1996, por falta de atención médica.

La decisión del jurado de declararlo «culpable» fue por unanimidad de sus ocho miembros.

Hoy en la mañana, en el cuarto y último dí­a del juicio de quien fuera calificado por la prensa como El monstruo de Amstetten, la fiscal Christiane Burkheiser habí­a reclamado la «pena máxima», es decir cadena perpetua, y el internamiento de Fritzl en un psiquiátrico por tiempo indeterminado.

«Hubo homicidio por negligencia y ello requiere la pena máxima», declaró la fiscal.

Según Burkheiser, Fritzl «abusó de la credulidad de la gente», engañando durante 24 años a su entorno y a las autoridades municipales de Amstetten, donde residí­a.

Rosemarie, su mujer, tení­a sólo 17 años cuando contrajeron matrimonio en 1956, y también con ella tuvo siete hijos; Elizabeth era la mayor.

El abogado defensor, Rudolf Mayer, consideró en su alegato que «no hubo asesinato» y pidió que Fritzl se beneficie de «circunstancias atenuantes» en la medida en que se declaró «culpable» de todos los cargos.

«Mi cliente fue responsable de sus actos, pero su personalidad tiene anomalí­as psicológicas», afirmó.

Ayer, en un cambio espectacular de estrategia, Fritzl se declaró culpable de los seis cargos en su contra. El dí­a anterior se habí­a declarado «inocente» de asesinato y esclavitud.

Vestido con un traje gris claro, Fritzl ingresó hoy a la sala del tribunal con el rostro descubierto, rodeado de una decena de policí­as, a diferencia de los dí­as anteriores, durante los cuales ingresó cubriéndose la cara con una carpeta para evitar a fotógrafos y camarógrafos.

Ayer, una experta en psiquiatrí­a, Adelheid Kastner, describió a Fritz como un hombre enfermo de poder con graves trastornos de personalidad y desviación sexual, que le habrí­a confesado: «He nacido para violar».

Una infancia difí­cil con una madre soltera autoritaria, que según él lo golpeaba, pudo explicar las frustraciones de este hombre que planificó cuidadosamente el secuestro de su hija Elizabeth cuando ésta tení­a 18 años.

La mujer, que ahora tiene 42 años, pasó 24 años de su vida encerrada en el sótano de su casa, de 40 m2, sin ventanas ni ventilación, que Fritzl, ingeniero electricista, habí­a acondicionado con varias puertas blindadas con cierre electrónico.

La tragedia del «monstruo de Amstetten» saltó a la luz en abril de 2008, cuando uno de los niños tuvo que ser hospitalizado con su madre.

El escalofriante testimonio de 11 horas de Elizabeth Fritzl fue difundido durante el juicio.

«Â¡No crean una palabra de lo que ha dicho! El acusado se ha proclamado su amo y señor, con derecho sobre su vida y su muerte», habí­a advertido al tribunal la abogada de las ví­ctimas, Eva Plaz, que luego dirí­a a la prensa: Elizabeth «quiere que sea declarado responsable de sus actos hasta su muerte».

SEMBLANZA Doble y diabólica vida


Josef Fritzl habí­a logrado ocultar su doble y diabólica vida hasta que el caso se destapó en abril de 2008.

Mientras los vecinos de su calle, la Ybbsstrasse, lo describí­an como un hombre amable, cortés, comensal apreciado pero un poco autoritario con su familia, Frizl, de ojos azules de una frialdad impresionante, llevaba su doble vida desde 1978.

Según las investigaciones, Fritzl, de 73 años, comenzó a remodelar el sótano cuando su hija Elizabeth tení­a 12 años y ya, al parecer, abusaba de la niña.

En agosto de 1984, cuando ella tení­a 18 años, su padre la encierra, haciéndole creer a su esposa Rosemarie y a las autoridades que su hija se habí­a escapado y adherido a una secta.

Y como prueba, obligaba a Elizabeth a escribirle cartas en las que le pedí­a que dejara de buscarla.

Fritzl «querí­a formar una segunda familia y estaba seguro de poder mantenerlo en secreto», explicó su abogado defensor Rudolf Mayer.

Rosemarie, su mujer, tení­a sólo 17 años cuando contrajeron matrimonio en 1956. Otra similitud sorprendente fue que también tuvo siete hijos con su esposa y gemelos en quinto y sexto lugar, como con Elizabeth.

Con el pretexto de que trabajaba en electrónica en su taller subterráneo, pues Fritzl era ingeniero electricista, habí­a prohibido a su familia que bajara al sótano, donde pasaba noches enteras, según sus allegados, que aseguraron que desconocí­an esa doble vida.

Criado por su madre soltera en el seno de una familia autoritaria y pronazi, Josef Fritzl «compensó la ausencia de su padre desarrollando una personalidad de patriarca superpoderoso», según el psiquiatra Reinhard Haller.

Fritzl sabí­a que «sólo podrí­a obtener por la fuerza que la gente lo quisiera», afirmó su abogado. «Quiso a Elizabeth a su manera», agregó el letrado en declaraciones a la agencia de prensa austrí­aca APA.

En ese sótano, de 40 m2 sin ventanas ni ventilación, aislado por varias puertas blindadas cerradas mediante dispositivos electrónicos, la joven sufrió un calvario inimaginable. Como resultado de las reiteradas violaciones, dio a luz, sola, a siete niños. Uno de ellos, un gemelo, murió en 1996 horas después del parto por graves problemas respiratorios.

Al dí­a siguiente de su detención, el 26 de abril de 2008, Fritzl, apodado por la prensa austrí­aca el «monstruo de Amstetten», reconoció los hechos e inclusive confesó que habí­a incinerado el cuerpo del bebé.

Fritzl fue condenado a cadena perpetua e internamiento psiquiátrico por el tribunal de Sankt Polten, 60 km al oeste de Viena, que retuvo los seis cargos que pesaban en su contra: asesinato, incesto, violación, secuestro, coerción y esclavitud de su hija.

«Lo lamento de todo corazón, ya no puedo hacer nada desgraciadamente», declaró Fritzl horas antes de que el tribunal anunciara su veredicto.