Llevamos muchos años, muchísimos, de estar pidiendo, clamando y hasta rogando que nuestras autoridades le pongan un poquito de atención al desmedido aumento de accidentes de tránsito en Guatemala ¡pero todo sigue igual!
No hay modo de evitar que mozalbetes sin experiencia alguna manejen vehículos del servicio del transporte colectivo urbano y extraurbano. No hay autoridad que pueda contener a tanto borracho o loco del volante corriendo a las velocidades que mejor les plazca. La impune violencia que nos ha caracterizado los últimos años ha sentado sus reales en las calles y carreteras de nuestro país. El gobierno central y los municipales siguen derrochando fondos públicos a manos llenas en permanente propaganda, inútil para el logro del bien común e incapaces de sufragar, por lo menos con un mínimo porcentaje de la misma, para prevenir tantas y funestas consecuencias derivadas de los accidentes.
Ni modo, nuestros políticos al llegar al poder se olvidan de lo que sufre la población, eso sí protegiéndose ellos con un montón de guaruras, sistemas y vehículos con valores millonarios para que no les pegue ni un rayito de sol siquiera. De ahí que Juan y la María, para vender sus productos no tienen otra alternativa que encaramarse a un metálico y rodante féretro, el que en el momento menos pensado los deja tirados en el fondo de un barranco o estrellados en el paredón de cualquier camino. ¡Qué inconsciencia Dios mío! Qué manera de dilapidar los fondos públicos que a ninguno de tanto político de turno les ha costado ni el más mínimo esfuerzo. La chambonería de nuestras autoridades ha llegado al punto, que ni siquiera el seguro de vida ha podido imponer a tantos irresponsables.
¿Qué pasó con aquello que la educación es fundamental para nuestro desarrollo y supervivencia?, ¿no sabemos de sobra que un pueblo inculto es capaz de cometer cualquier barrabasada, desde linchar al primero que se le ponga enfrente, hasta lesionar o matar a sus pasajeros al timón de un armatoste, cosas que vemos a diario? No, no pasamos de poner unos cuantos anuncitos y rotulitos para que usemos el cinturón de seguridad, para impedir que los borrachos conduzcan, como advertir que habrán un par de puntitos de control de alcoholemia durante los días de fiesta en el fin del año o mejor todavía, si somos prudentes y nos encerramos dentro de cuatro paredes para que nada malo nos pueda pasar. ¿De qué sirve que la doña regale a los padres de familia trescientos verdes mensuales por tener a sus hijos estudiando, si a la primera de cambios son apachurrados vilmente porque a un desalmado camionetero, camionero o trailero se le antojó superar las velocidades permitidas y que a decenas, cientos o millares de policías les siga importando un bledo si la gente resulta herida o muerta de tanto accidente?