Caciques, caudillos y capos.


Emblema de oro de nuestra polí­tica y dos argumentos a favor de la lucha y la sobrevivencia de nuestra nación

Milton Alfredo Torres Valenzuela

Los pseudos partidos polí­ticos que supuestamente sistematizan la lucha por el poder y la responsabilidad y ejecución de las decisiones que inciden directa o indirectamente, mediata o inmediatamente en el futuro del paí­s, no están en la capacidad ni tienen la voluntad de encarar los problemas medulares que les afectan a ellos mismos y que afectan, a la vez, a nuestra Nación. No sé, por ejemplo, porqué los partidos polí­ticos, con la complicidad de la ley, del Tribunal Supremo Electoral y de los poderes legí­timos del Estado, no ejercen control estricto sobre el financiamiento y apoyo logí­stico en general que, tanto caciques, caudillos y capos del narcotráfico ofrecen a casi todos los partidos polí­ticos del Paí­s. Su infiltración es ya un mal endémico que a buena parte de la población le ha empezado a parecer risible, folclórico y natural, a la vez que inevitable; pero que constituye uno de los males más dañinos a nuestro incipiente sistema democrático; tanto que, a corto plazo, podrí­a hacer colapsar a todo nuestro sistema polí­tico, a los partidos y, por supuesto, al paí­s entero. Este peligro es inminente, está dando muestras cada vez más claras de su crecimiento en detrimento de nuestra calidad de vida y de nuestra misma sobrevivencia, es decir, de la sobrevivencia de nuestra sociedad.

La necesidad de garantizar a las generaciones venideras una mayor calidad de vida, con dignidad y decoro, que además permita el desarrollo real de las relaciones sociales y el despegue cultural, polí­tico, económico y humano de nuestros descendientes, es el principal argumento a favor de los esfuerzos que todos estamos llamados a ejecutar; además del imperativo moral que en nosotros, los adultos de esta nación, se impone y nos obliga por el mí­nimo principio de dignidad y responsabilidad ciudadana, a levantar la voz y decir, entre muchas cosas más, que nuestra Guatemala está al borde del colapso y que los responsables directos somos todos por el hecho de que todos permitimos y toleramos este juego polí­tico retrógrado y vergonzoso cuyo pobre espectáculo pone en evidencia cada cuatro años la injusta pero real miseria cí­vica de nuestra Nación.

Las generaciones jóvenes serán quienes nos condenen o nos absuelvan, como nosotros hemos condenado y absuelto a quienes nos han precedido en la construcción de nuestra Nación. Y aún nos haces falta, porque el estudio y análisis de nuestra historia aún tiene lagunas, por el momento insoslayables, dada la confrontación ideológica que subsiste.

Pero cuando los poderes paralelos, los caciques, los caudillos y los capos meten sus tentáculos para aprovecharse de las estructuras e instancias legí­timas del Estado, se borran las ideologí­as polí­ticas; apareciendo sólo el cascarón de sus intereses particulares y de grupo cuya consecuencia directa es la violencia, la crueldad y la muerte.

El mal persistirá mientras no asumamos con responsabilidad el rol o papel cí­vico que históricamente nos corresponde asumir: o callar cobardemente, esconder la cabeza como el avestruz, hacer nuestra la indiferencia pragmática y blandengue del hombre sin carácter o exigir a dónde y a quienes corresponde tomar las medidas y acciones pertinentes que las circunstancias exigen.

En todo caso, las generaciones jóvenes no merecen lo que les estamos heredando.