Las autoridades filipinas lanzaron el viernes una caza de presuntos colaboradores con los soldados rebeldes protagonistas de una frustrada intentona golpista, rápidamente acallada por tropas leales al gobierno de Manila.
Un grupo de unos 30 militares rebeldes tomaron por la fuerza un hotel de lujo en Manila el jueves exigiendo la dimisión de la presidenta, Gloria Arroyo, pero horas más tarde fueron sometidos por las tropas fieles al gobierno en una rápida acción que se llevó a cabo sin derramamiento de sangre.
Pese al escaso número de golpistas, las autoridades filipinas declararon su convicción de que hay más personas involucradas en la frustrada intentona golpista.
El jefe de la policía, Avelino Razon, señaló que en el hotel Península se encontraron documentos que indican que «cuatro grupos» tomaron parte en el motín.
Razon se negó a dar más detalles pero precisó que al menos tres de los oficiales rebeldes lograron escapar del hotel, pese a la vigilancia del edificio tras los sucesos y el toque de queda nocturno impuesto en Manila.
Según los responsables filipinos, al menos otras 20 personas que no estuvieron en el hotel se encuentran, sin embargo, bajo investigación. Entre ellas se incluyen políticos y hombres de negocios que podrían haber apoyado y financiado a los rebeldes.
«Algunos son empresarios, pero no quiero apresurarme dando nombres», declaró a la prensa local el consejero para la seguridad nacional, Norberto Gonzales.
«Estamos investigando la posible involucración de ciertos políticos», añadió el general Hermógenes Esperon, que se negó a dar nombres.
Por su parte, los consejeros de Arroyo precisaron que la presidenta filipina mantendrá su agenda ya fijada, en la que figura una gira de diez días por Europa que el lunes la llevará a España, donde permanecerá hasta el miércoles.
Arroyo ha hecho ya frente a varias frustradas intentonas golpistas desde que llegó al poder en 2001. Varios de los soldados rebeldes del jueves estaban siendo juzgados por su presunta participación en otro golpe de Estado fracasado en 2003.
El viernes, la presidenta filipina declaró que la intentona del hotel Península fue «un total desafío al gobierno de la ley».
Pese a que los rebeldes no lograron ni hacerse con el apoyo de los altos mandos del ejército ni tampoco con el de la población, su acción parece haber estado bien organizada.
Sobre todo porque la policía no les impidió avanzar y entrar al hotel, según testigos presenciales, y porque disponían incluso de un sitio internet en el que anunciaban los motivos de su acción.
Entre los apoyos con los que contaban los militares golpistas se encuentra el de un importante obispo católico y un ex vicepresidente del país y duro crítico de Arroyo, Teofisto Guingona.
Asimismo, organizaciones locales e internacionales criticaron las detenciones de decenas de periodistas por haberse negado a abandonar el lugar de la intentona. Los informadores fueron puestos en libertad al alba del viernes.
Por otra parte, más de un millar de militantes de izquierda se congregaron ante el palacio presidencial el viernes, declarando su apoyo a los golpistas y llevando pancartas rojas en las que se leía «Gloria, vete».
La policía señaló que no se produjeron incidentes durante la protesta.