El tema de los impuestos es ahora objeto de cabildeo por la Presidencia de la República porque la baja de recaudación ha encendido todas las luces de alarma y están buscando fórmulas para resolver el problema de liquidez. Y es bueno que se discuta seriamente la problemática, pero hay que entender que tiene que haber un cabildeo de dos vías, puesto que no se trata únicamente de escuchar el planteamiento del Gobierno, sino que además hace falta que las autoridades oigan el planteamiento de la población.
En otras palabras, así como el Gobierno tiene que convencer a la sociedad de la importancia de mejorar la recaudación fiscal para realizar más obra en beneficio de la población, también los funcionarios tienen que ser convencidos de que mientras no adopten medidas serias a favor de la transparencia, no tiene mucha viabilidad un proceso de reforma tributaria en el país.
Estamos convencidos de que ningún país puede alcanzar niveles de desarrollo aceptables con la tasa de impuestos que tiene Guatemala, que es la más baja de América Latina y una de las peores del mundo. Pero también entendemos que en un país con una cultura antiimpuestos tan arraigada, es preciso allanar el camino por todas las vías y la principal es asegurarle al contribuyente que sus impuestos serán bien usados, en beneficio de la población y no como ha sido ahora, es decir, en beneficio de los funcionarios y sus parientes.
En este gobierno hemos visto que los financistas del partido oficial y la primera familia de la Nación obtienen beneficios de los recursos públicos, unos con contratos y negocios y otros con comisiones hasta de los préstamos que tramitan ante el Instituto de Fomento Municipal, entidad que debiera financiar a los municipios sin que éstos tengan que pagar comisiones a intermediarios.
Esas son las situaciones que genera un rechazo que queda como anillo al dedo a quienes históricamente se han opuesto a pagar impuestos y a quienes, desde la segunda mitad del siglo pasado, abrazaron corrientes ideológicas que pregonan que los impuestos son un despojo que se hace al ciudadano y que por naturaleza son inmorales.
Es un buen momento para que se discuta con seriedad la cuestión fiscal y que se implementen acciones para mejorar la capacidad del Estado para invertir en las cuestiones fundamentales de educación, salud y seguridad, que nos pueden hacer competitivos en este mundo globalizado. Pero, repetimos, el tema de fondo es la transparencia porque mientras existan sombras de duda, como la de los 82 millones del Congreso que simplemente se esfumaron, será cuesta arriba convencer al contribuyente de que pague más porque subsiste la sensación de que todo se lo levantan.