Al conversar con cualquiera sobre el proceso de postulación de los candidatos a las magistraturas del Organismo Judicial, es unánime el criterio de que resulta iluso y hasta pendejo apelar al patriotismo y la integridad de los miembros de las comisiones porque éstos tienen ya su agenda definida y no hay forma de esperar que pueda producirse un resultado alentador para corregir las notorias deficiencias del sistema. Y es que en más de una oportunidad he comentado que para los que integran esas comisiones es un compromiso histórico el que tienen y que un error de su parte puede producir consecuencias que tarde o temprano les afectarán a ellos, no digamos a sus descendientes.
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Porque evidentemente la viabilidad de un país con un sistema judicial tan deleznable como el nuestro es imposible toda vez que la característica esencial de la vida en sociedad y del mismo Estado es el imperio de la ley para garantizar la pacífica convivencia. Cuando por intereses y acomodos se secuestra la legalidad y en su nombre se cometen tropelías de todo tipo, por un tiempo los malvados sienten que están logrando sus fines, pero tarde o temprano la realidad les terminará pasando la factura a ellos y a quienes se convirtieron en sus cómplices para secuestrar la legalidad.
Creo que en las comisiones hay gente honesta y comprometida con el país, de la misma manera que estoy convencido de que algunos están allí porque desde el principio tuvieron claros sus fines más aviesos. Y es muy probable que los primeros sean los menos y que los segundos estén en mayoría notoria, pero aún así, la voz y claridad de quienes quieren hacer bien las cosas tiene ahora por lo menos la certeza de que hay cajas de resonancia en la sociedad guatemalteca que se encargarán de multiplicar su voz, de hacer que se escuchen sus argumentos y denuncias y eso es crucial e importante.
El secreto en las decisiones es absoluto cuando los honestos, o quienes se creen honestos, se comprometen y hacen honor al secreto como ha ocurrido en anteriores comisiones de postulación donde la componenda se ha mantenido en gran reserva porque aquellos que se las llevan de gente decente aceptaron no hablar de lo que ocurría adentro. Hoy las condiciones tienen que ser distintas y la sociedad debe prepararse para acoger a la gente correcta y darle la oportunidad de que por su medio la población se entere de la forma en que se cocinan las cosas, buenas y malas, a efecto de que podamos mantener la presión y continuar con la lucha de enmendar el sistema.
Siempre he considerado que esta lucha no es fácil ni puede darse por ganada simplemente porque hay más gente interesada en vigilar y participar. Esta lucha es dura y hasta terrible porque la forma en que avanzan los pícaros y los comprometidos con el crimen organizado es notoria. Sin recato y con absoluta desfachatez buscan las posiciones más altas en el desempeño de cruciales funciones públicas y eso lo vemos por todos lados.
Lo más fácil sería tirar la toalla y darnos por vencidos frente a lo que pareciera apabullante mayoría de quienes se pasan el patriotismo, la integridad y la honradez por el arco del triunfo. Pero no hay buena lucha que sea fácil y ésta es realmente de las buenas, de las que demandan compromiso para iniciar la construcción de un país distinto.