El presidente estadounidense George W. Bush dijo el martes a Rusia que la guerra fría había terminado y que no tenía nada que temer del proyecto de Estados Unidos de extender a Europa su escudo antimisiles, un sistema «puramente defensivo» que no apunta a los rusos.
Bush declaró en Praga que «la guerra fría terminó, ya finalizó» y ofreció nuevamente a Rusia cooperar en este proyecto que provoca fuertes tensiones entre Washington y Moscú.
El «principio general» en las relaciones con Rusia es que «la guerra fría terminó, se acabó y la gente de la República Checa no tiene que optar entre ser amigo de Estados Unidos o ser amigo de Rusia», señaló Bush en declaraciones después de entrevistarse con los dirigentes checos en Praga.
El escudo antimisiles es «una medida puramente defensiva, que no apunta a Rusia sino a amenazas reales», dijo.
El proyecto dio lugar a una virulenta retórica rusa y a referencias, de ambas partes, a los tiempos de la guerra fría.
El presidente ruso Vladimir Putin reavivó recientemente el espectro de la gran confrontación geoestratégica al amenazar con apuntar de nuevo sus misiles hacia Europa.
El mensaje de Bush cuando se encuentre el próximo jueves con Putin, y luego en julio cuando lo recibirá en Estados Unidos, será: «Vladimir –yo lo llamo Vladimir– usted no tiene nada que temer de un sistema de defensa antimisiles ¿por qué no cooperaría usted con un sistema de defensa antimisiles?»
«Rusia no es nuestro enemigo. Por favor, envíenos a sus generales para que vean como funcionaría el sistema, envíenos a sus científicos», añadió.
Bush reiteró que el proyecto buscaba proteger a los aliados de Estados Unidos de la amenaza de Estados «parias», en referencia a Irán.
Un radar sería instalado en la República Checa y misiles interceptores en Polonia.
Por último aseguró que los estadounidenses serían «totalmente transparentes».
Bush hizo estas declaraciones al término de sus entrevistas con el presidente y el primer ministro checos, Vaclav Klaus y Mirek Topolanek.
El presidente checo destacó el hecho de que «Bush haya prometido hacer los máximos esfuerzos para explicar esos problemas a Rusia y al presidente Putin».
Esta querella es la más espectacular de una serie de contenciosos entre los rusos, de un lado, y los norteamericanos, así como también los europeos, del otro: estatuto de Kosovo, aprovisionamientos energéticos, conflicto judicial con los británicos en el candente caso del asesinato de un ex espía ruso.
Uno de los más cercanos consejeros de Bush, Steve Hadley, deploró «la escalada verbal» rusa que según él «no arregla las cosas».
Sin embargo dos días antes de encontrarse con su «amigo» Putin, al margen de la cumbre de los países industrializados en Alemania, Bush debe referirse a otro asunto conflictivo, el estado de la democracia en Rusia, en un discurso previsto el martes a las 14H00 GMT ante una conferencia en Praga sobre la seguridad y la democracia.
Bush hablará de «la dificultad de promover la democracia» en algunos grandes países con los cuales «tenemos una relación compleja y un cierto número de intereses», como Rusia y China, indicó Hadley.
Ante el peligro de que las palabras de Bush aticen el fuego de la polémica, Hadley explicó que Rusia no podía estar ausente cuando se examina el asunto de la democracia, y añadió que no había nada de «especialmente novedoso» en ello pues Bush y su administración han hablado numerosas veces de este tema.
La Casa Blanca recalcó la franqueza que según ella caracteriza las relaciones entre Bush y Putin, así como la cooperación sobre algunos grandes expedientes, entre ellos el programa nuclear iraní.
Los anfitriones checos de Bush se refirieron a la cuestión de los visados para Estados Unidos, y el mandatario estadounidense dijo que comprendía que se trataba de una «cuestión frustrante» para un país que se implicó en Afganistán y que no tiene los mismos derechos que otros que apoyarían menos a Estados Unidos. Dijo que lucharía «tan duro como sea posible» con el Congreso para cambiar la ley.
Bush debe salir de la República Checa el martes en la noche rumbo a Alemania para asistir a la cumbre de los países industrializados del G8 que se abre el miércoles en la estación balnearia de Heiligendamm.
George W. Bush, presidente de Estados Unidos.