Bush está preocupado por derechos humanos


George W. Bush (C), su esposa Laura (D) y su hija Bárbara (I), bajan las escalinatas del avión presidencial, cuando éste arribó al Aeropuerto de Pekí­n, en la visita que la familia hizo para la inauguración de los Juegos Olí­mpicos.

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, llegó hoy a Pekí­n para asistir mañana a la ceremonia inaugural de los Juegos Olí­mpicos, tras mostrar su «profunda preocupación» sobre la situación de los derechos humanos en China.


Bush llegó a la capital china proveniente de Tailandia, donde pronunció un discurso en el que destacó su «profunda preocupación sobre la libertad religiosa y los derechos humanos en China».

El dirigente estadounidense insistió en que sus crí­ticas no estaban destinadas a «provocar el antagonismo» de China y manifestó su optimismo sobre el futuro de la nación más poblada del mundo.

«Estados Unidos cree que el pueblo de China merece la libertad fundamental, que es el derecho natural de todos los seres humanos», afirmó.

«Estados Unidos se opone enérgicamente a la detención de disidentes polí­ticos, defensores de los derechos humanos y militantes religiosos en China», agregó.

«Nosotros pedimos una prensa libre, libertad de reunión y derechos laborales no para suscitar el antagonismo de las autoridades chinas, sino porque confiar mayores libertades a su pueblo es la única forma en que China podrá desarrollar plenamente su potencial», dijo.

«Nosotros pedimos apertura y justicia, no para imponer nuestras convicciones, sino para permitir que el pueblo chino exprese las suyas», insistió el mandatario estadounidense.

Tras el discurso de Bush, las autoridades chinas expresaron hoy su «enérgica oposición» a toda intervención en sus asuntos internos.

«Nosotros nos oponemos enérgicamente a toda declaración o acción que intefiera en los asuntos internos de otro paí­s en nombre de los derechos humanos o de la religión», declaró el portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores, Qin Gang, en el sitio web de la cancillerí­a.

Los crí­ticos del régimen chino habí­an pedido a Bush que boicoteara la ceremonia inaugural de los Juegos Olí­mpicos por el historial de China en materia de derechos humanos.

Estados Unidos ya protestó por la forma en que han sido tratados los activistas internacionales que presionan a China para que utilice su influencia sobre Sudán para poner fin al conflicto en Darfur.

La visa para entrar a China del ex campeón estadounidense Joey Cheek, medalla de oro en los Juegos de Invierno de Turí­n de 2006 en patinaje de velocidad, y militante por la causa de Darfur, fue revocada.

«Nos molestó enterarnos de que los chinos le habí­an negado la visa», declaró ayer la portavoz de la Casa Blanca, Dana Perino.

Bush defendió su decisión de asistir a estos Juegos, afirmando ayer durante su estadí­a en Seúl que él aplaudirí­a a los atletas norteamericanos, al tiempo que presentarí­a sus respetos a China.

En su discurso, que fue difundido por la Casa Blanca un dí­a antes, Bush también elogió el crecimiento económico de China, afirmando que este paí­s constituye un enorme mercado para las exportaciones del mundo.

«China y Estados Unidos comparten importantes intereses económicos», afirmó Bush.

El jefe de Estado norteamericano agregó que el crecimiento económico de China también impulsará el cambio en ese paí­s.

«Los jóvenes que crecen con la libertad de intercambiar bienes terminarán por exigir la libertad para intercambiar ideas, especialmente en un internet sin limitaciones», dijo.

«El cambio llegará a China en sus propios términos y de acuerdo con su propia historia y sus tradiciones. Pero el cambio llegará», sostuvo Bush.

Bush destacó que Estados Unidos y China cooperan en otras cuestiones importantes, incluyendo la desnuclearización de Corea del Norte.

Mientras Pekí­n se prepara para demostrar su creciente influencia mundial con estos Juegos Olí­mpicos, Bush dijo que su paí­s también presiona a China para que asuma mayores responsabilidades en las cuestiones internacionales.

TIRANíA


El presidente estadounidense George W. Bush expresó hoy en Bangkok su deseo de ver el fin de la «tiraní­a» en Birmania, al tiempo que su hija y esposa visitaban un campo de refugiados birmanos en Tailandia.

Antes de cerrar en China su gira asiática de despedida, los Bush consagraron una parte de esta breve etapa tailandesa -menos de un dí­a- a esta «noble causa» que, admitieron, es Washington un motivo de gran frustración.

Estados Unidos y sus aliados asiáticos tratan de «poner fin a la tiraní­a en Birmania», dijo Bush en un discurso, mientras su esposa Laura y su hija Barbara recorrí­an el campo de Mae La.

Bush reclamó la liberación de la lí­der de la oposición y premio Nobel de la paz, Aung San Suu Kyi, y la de otros presos polí­ticos.

Además, almorzó con disidentes birmanos en el exilio «no sólo para escuchar sus historias, sino para que me den consejos sobre lo que tiene que hacer Estados Unidos», indicó.

Los militares en el poder en Birmania «siguen desplegando sus soldados en áreas étnicas y siguen cometiendo violaciones de los derechos humanos contra las comunidades étnicas. Eso incluye la violación. Se utiliza desde hace tiempo como arma de guerra en Birmania», dijo al presidente la activista por los derechos de las mujeres, Lway Aye Nang.

Lway Aye Nang denunció la apropiación de las riquezas nacionales por la junta así­ como las restricciones impuestas a la ayuda a las ví­ctimas del ciclón Nargis, que este año devastó el paí­s.

«La mejor solución serí­a que el régimen del general Than Shwe abra un verdadero diálogo» con la oposición liderada por Aung San Suu Kyi, que se encuentra en arresto domiciliario intermitente desde hace 18 años, dijo por su parte la primera dama estadounidense, muy involucrada en este tema.

«Si asisitiéramos a un cambio en el gobierno birmano», agregó, «la gente podrí­a volver a sus hogares con total seguridad», agregó.

Mae La, cerca de la frontera con Birmania, acoge a 35 mil refugiados, muchos de ellos cristianos de la etnia minoritaria Karen.

Mañana, cuando la atención del mundo se centre en la inauguración de los Juegos Olí­mpicos de Pekí­n, los opositores birmanos llorarán a las más de 3 mil ví­ctimas de la represión del levantamiento del 8 de agosto de 1988. Varios de los militantes que almorzaron con Bush participaron en aquella rebelión contra la dictadura, que dirige el paí­s desde 1962.

Birmania es objeto de sanciones estadounidenses desde 1997. Las últimas, con el objetivo cortar algunas fuentes de financiación del régimen como la venta de piedras preciosas, fueron impuestas la semana pasada.