Buscan ayuda de tribu contra el Talibán


El cadáver de un supuesto talibán quedó en el camino tras un ataque en las afueras de Kabul. FOTO LA HORA: AP Altaf Qadri

Cuando algunos integrantes de la tribu alikozai se levantaron en armas contra el Talibán hace tres años en este reducto clave de los insurgentes, ni las fuerzas internacionales ni el gobierno nacional de Kabul hicieron nada por ayudarlos.


Los talibanes aplastaron la rebelión sin demora. Para asegurarse que la población entendiera el mensaje, encadenaron a su lí­der a una camioneta y lo arrastraron hasta otra provincia.

En ese momento, Afganistán no era una prioridad para el gobierno estadounidense de George W. Bush. Los militares de la coalición internacional no tení­an suficientes recursos y el gobierno afgano temí­a agitar las rivalidades entre las tribus locales. Esto llevó a que le negaran apoyo a los alikozais.

Hoy, los infantes de Marina estadounidenses en la zona esperan poder convencer a los alikozais que todo será diferente si lo vuelven a intentar. Quieren que la tribu se sume a la lucha contra el Talibán para expulsarlo de este valle del distrito de Sangin, en la sureña provincia de Helmand, que en el 2010 fue el territorio más peligroso para las fuerzas internacionales.

El general David Petraeus, principal comandante de la OTAN en Afganistán, dice que las defensas tribales son claves para poder derrotar al Talibán. En Irak, usó una estrategia similar que le ayudó a mejorar la situación. Sin embargo, el gobierno afgano se ha mostrado renuente a apoyar la idea, porque hay una larga historia de milicias armadas que desestabilizaron al paí­s.

«Las fuerzas locales de defensa son algo que intentaremos implementar en todo el distrito de Sangin, en especial en el Alto Valle de Sangin», dijo el teniente coronel Jason Morris, comandante del 3er Batallón del 5to Regimiento de la Infanterí­a de Marina, que recientemente se hizo cargo de la zona.

El valle, donde los alikozais son la tribu más grande, está hace años bajo el control de los insurgentes, que lo usan como una base desde donde generan ingresos con el tráfico de drogas y desestabilizan regiones clave del paí­s.

También en esta zona está la principal carretera a la presa de Kajaki, la principal fuente de electricidad para el sur de Afganistán. La presa sólo funciona en forma parcial, porque no hay condiciones de seguridad para que lleguen los materiales necesarios para instalar una tercera turbina.

El principal comandante de la OTAN en Helmand, el general de división Richard Mills, espera lograr un acuerdo con los alikozais que le ayude a revertir la situación.

«La solución más fácil serí­a una solución polí­tica, por la que dijeran que ya no tolerarán al Talibán y crearán una fuerza de policí­a local y ayudarán a dar seguridad a esa carretera», dijo Mills. «Esa serí­a una solución ideal, a diferencia de que nosotros tengamos que entrar por la fuerza por esa carretera, en forma militar».

Algunos lí­deres tribales se han mostrado interesados en volver a combatir contra el Talibán, pero dudan de que los estadounidenses y el gobierno afgano les den el apoyo necesario, dijo Phil Weatherill, un asesor del gobierno británico que trabaja en la zona desde 2009.

«Los alikozais siempre quisieron volver al bando del gobierno», dijo Weatherill. «Lamentablemente, la OTAN tiene muy poca credibilidad en esa zona y en eso tenemos que trabajar y demostrar que podemos apoyarlos de verdad».

Muchos residentes locales resienten la presencia de los insurgentes, a quienes ven como una fuerza de ocupación, dijo el mayor Robert Revoir, del 1er Batallón de Reconocimiento.

«Quieren libertad de desplazamiento y no quieren escuchar propaganda talibán por la radio las 24 horas del dí­a», dijo Revoir. «Necesitan contactarse con el gobierno del distrito para tener una voz y presentar sus quejas».

El gobernador del distrito, Mohamed Sharif, dijo que es clave que los militares pregunten a los lí­deres alikozais qué necesitan para enfrentarse al Talibán. «Probablemente necesiten apoyo logí­stico, comida, municiones y armas», dijo. «Necesitamos darles apoyo en forma anticipada para que puedan levantarse otra vez».

En los últimos meses, los infantes de Marina han atacado algunos reductos de combatientes extranjeros del Talibán al sur del valle, en parte por pedido de los alikozais, dijo el comandante Morris.

Algunos miembros de la tribu también pidieron que los estadounidenses fijaran bases de patrullaje en el valle para brindar seguridad a la zona, dijo Weatherill, que sin embargo advirtió que los militares deben tener cuidado de no ser vistos como otra variedad de ocupantes extranjeros.

«Podrí­an correr el riesgo de que los jóvenes de la tribu alikozai vean a estos hombres en su territorio y vuelvan a tomar los (fusiles de asalto) AK-47», dijo Weatherill.

Los crí­ticos de la iniciativa aseguran que armar a las tribus crea el riesgo de que se estén armando milicias difí­ciles de controlar para el gobierno afgano. Este ha tratado de reducir ese riesgo al exigir que las fuerzas sean supervisadas por el ministerio del Interior.

La idea también podrí­a tener el efecto de revivir las rivalidades entre tribus, lo que puede beneficiar indirectamente al Talibán. Cuando la tribu alikozai dominaba el gobierno provincial de Helmand, otro grupo, el de los ishaqzais, quedó excluido de los puestos de poder, lo que llevó a muchos a sumarse a la insurgencia.

En su búsqueda desesperada de una manera de controlar una región sangrienta, los militares estadounidenses y sus asesores consideran que el riesgo es necesario.

«La solución local», dijo Weatherill, «es la única manera de mejorar la situación».