De las Escuelas de Ciencias de la Comunicación del nivel universitario están egresando elementos de prensa (hombres y mujeres jóvenes), muchos de los cuales se hallan ya al servicio de importantes medios de comunicación y también como relacionistas en entes oficiales y privados.
Nosotros, que vivimos inmersos en la cambiante e inquietante actualidad, vemos la televisión, leemos periódicos y escuchamos a determinadas horas algunos programas de la radio, por lo que vemos a los periodistas de los nuevos oleajes lanzando el esparavel por aquí y por allá para pescar la noticia, la que, por cierto, muchas veces es presentada con engañoso color de rosa -por afanes de autombo; otras veces, con intención o sin ella, con el color de la verdad y de lo tendencioso y, por último, diremos que los muy ladinos la dejan en el limbo diciendo, a la usanza de los taimados o timoratos personajes, «sin comentarios»?
Hay reporteros y reporteras que disparan como tiros a quemarropa algunas preguntas con acierto, las que deben de caer como brasas en las manos de los entrevistados; pero, en ocasiones, también se cuestiona anodina e ingenuamente y eso debería evitarse para no malograr el trabajo periodístico al restar interés a la información.
Es recomendable tener buen cuidado de no cometer errorcillos cuando se hacen contactos vis a vis, con fines noticiosos, no sólo en lo que hace al acierto de las preguntas, sino a la vez para no dar mala impresión con gazapos de todo calibre. Con alguna frecuencia, tratándose de actos delictivos y contingenciales, dicen unos y unas «cazanuevas» que tal o cual hecho se produjo en el departamento de Cobán (¡?!), en el departamento de Puerto Barrios (¡?!), en el departamento de Mazatenango (¡?!) y, así por el estilo; indican que para investigar los casos se presentaron los bomberos, los patrulleros de la policía o los funcionarios del Ministerio Público «al escenario de lo ocurrido» (y lo correcto sería decir que hicieron presencia «en el escenario «, no «al escenario» o lugar)?
Son incursos en el yerro algunos reporteros y reporteras de la nueva ola (mencionamos «algunos» porque no son todos ni todas) quienes sueltan, por así decirlo, vocablos, frases y otras expresiones fuera de lo afortunado. Pero eso no se observa sólo aquí, sino, asimismo, en medios del exterior. Sería la de no acabar si trajésemos a colación las «bellezas» de lenguaje que nos obsequian, incluso, en telenoticieros de alcance internacional. Como que falla el juego teórico práctico.
Debemos decir, con toda modestia, con toda sinceridad y con todo respeto, que no es nuestro propósito lastimar o zaherir en manera alguna a los bisoños y bisoñas del oficio. Otros podrían hacerlo por considerar, según ellos, que tienen los quilates de puristas o, simplemente, de ser unos «doctos», cuando en realidad pueden ser unos sabihondos «doctus cum libro»…
Además de lo antedicho respecto de lo que es recomendable cuando se conciertan y realizan entrevistas de tipo periodístico, permítasenos sugerir a los «mozalbetes» que transitan en nuestro camino erizado de escollos, que desde el primer minuto de estar en el ruedo, de echarse al agua, DEBEN cuidar el cartel profesional de periodistas, al igual que lo hacen con la niña de sus ojos. La ética debe prevalecer siempre, rigurosamente, contra viento y marea, en todas sus actuaciones. Con ética, inteligencia y tesonero esfuerzo pueden lograr mucho éxito; mas, el manchar ese cartel es como hundirse en el fango; es, periodísticamente hablando, como recurrir al suicidio. En el constante trajinar en los terrenos del maltrecho «cuarto poder» se encontrarán con corruptos y corruptores de toda calaña, y es a los halagos y pretensiones o proposiciones de esa gente inmoral, deshonesta, a los que deben decir ¡NO!, rotundamente ¡NO!, los jóvenes elementos de la prensa nacional que tengan buen concepto de la «autoestima» cuando prestan sus servicios en los órganos informativos escritos, radiales y televisados.
Los periodistas, ¡entiéndase bien!, debemos ser éticos, incorruptibles, no ponernos en pública subasta ni en el campo de la información, ni en el de la interpretación y de la opinión. ¡Sí, señores del jurado!