Bucarest redescubre la pasión del tango


Un instructor de baile ofrece sus conocimientos en el llamado

El tango seduce a la balcánica Bucarest. Algo descabellado a primera vista. Sin embargo, clases de baile y «milongas» han florecido en la capital rumana, reminiscencia de los años treinta, cuando Rumania vibraba con sus propios cantantes de tango.


Un domingo por la noche en La Capsa, restaurante fundado en 1852 en el centro de Bucarest: los camareros llevan librea roja. Bajo las arañas de cristal, parejas enlazadas bailan al son de «La milonga del corazón», de Juan d»Arienzo, o «Adiós para siempre» de íngel d»Agostino y íngel Vargas, grandes del tango argentino.

Llegadas en pantalones y con impermeable, las mujeres se transforman en cuestión de minutos y entran en la pista enfundadas en vestidos tubo negros, elegantes vestidos verdes, rojos o malvas, tacones de punta, chales negros.

«No se bailaba tango en La Capsa desde hace 60 años. Organizar una milonga (término para designar un lugar de baile) aquí­ era simbólico porque este baile era muy popular en la Bucarest de los años 1920-1930 entre los artistas e intelectuales que frecuentaban este sitio», explica Teodora Chiliment, coorganizadora de esta milonga especial con Eugen Cristea.

Entre las dos guerras, en Bucarest, la «Pequeña Parí­s de los Balcanes», el tango estaba de moda. Rumania tení­a sus propios cantantes, como Cristian Vasile o Jean Moscopol, que escribí­an letras en rumano, una lengua latina, para melodí­as argentinas.

Bajo el comunismo, el tango cayó en el olvido.

Hoy renace.

A finales de 2008, la cantante rumana Oana Catalina Chitu, instalada en Berlí­n rescató del olvido estos aires antaño populares como «Dame tus labios para que los bese» de Jean Moscopol en un CD titulado «Bucarest Tango» y saludado por la crí­tica europea.

«El tango estaba olvidado. Era como un rey destronado, solo, arrinconado. He querido ofrecerle de nuevo el camino hacia la luz», dice la cantante a la AFP.

«Estos textos magní­ficos, un poco kitsch a veces, evocan el amor, la falta del ser amado. Combinan la pasión del tango argentino con el alma rumana», añade.

En Bucarest, el número de bailarines de tango argentino explotó.

«No somos tantos como en Argentina o Francia pero asistir a un boom tan rápido es algo único», subraya Mónica Surubariu, profesora de la escuela BarrioTango.

«í‰ramos quizás quince bailarines regulares hace cinco años que nos reuní­amos en un piso. Hoy somos unos 500 y han surgido varias escuelas de tango», explica Daniel Mandita, cofundador de la escuela Tango Tangent con Amalia Iscu.

«La creatividad, la prioridad a la improvisación son rasgos culturales de los rumanos y también se encuentran en el tango», dice.

Empleado en un garaje, Nelu Aldea asiste a tres horas semanales de clases. «Ningún baile tiene la elegancia del tango», explica este hombre que sueña con descubrir Argentina.

Todas las noches, milongas organizadas en diferentes restaurantes y clubs o «prácticas», sesiones más informales, reúnen a todo tipo de bailarines.

Prácticas y conciertos se multiplican. Los zapateros confeccionan calzado de tango.

Teodora Chiliment, de 27 años, traductora en una agencia de comunicación también sucumbió: «Llevaba una vida rutinaria y querí­a empezar una actividad artí­stica».

«Ahora voy a milongas casi todas las noches. Mis horas de sueño se han acortado pero me carga las pilas. Cuando bailo, me siento flotar, es una euforia que sólo sentí­a de niña».