La Unión Europea, que nunca se ha destacado por su sutileza, está aplicando una mano inusualmente dura para superar la crisis del euro, y sorpresivamente pocos se han quejado.
Bruselas —y los gobernantes de los dos países más poderosos de la UE— casi ordenaron la formación de un gobierno de unidad nacional en Grecia, la cancelación de un referendo nacional en ese país y que Italia acepte la humillante inspección internacional de sus finanzas.
Sin embargo, los electores de esos estados miembros en dificultades financieras parecen por ahora cansados de la política y el menudo lío en que los han metido sus gobernantes salidos de las urnas.
Estos electores han echado un vistazo al precipicio y al parecer han decidido por el momento renunciar a la política, las urnas y objeciones pequeñas sobre soberanía.
Los griegos e italianos, de mentalidad intensamente independiente pero cuyos países atraviesan dificultades debido al abultamiento de sus deudas soberanas, parecen dispuestos a aceptar como sus nuevos primeros ministros a tecnócratas que han ocupado cargos en instituciones paneuropeas.
El nuevo primer ministro de Grecia, Lucas Papademos, de 64 años, fue vicepresidente del Banco Central Europeo. El próximo jefe de gobierno de Italia que suceda al extravagante y a menudo desconcertante Silvio Berlusconi cuando éste renuncie, será —según los pronósticos_, Mario Monti, de 68 años y quien fue comisario de competencia de la Unión Europea, nada mas ni nada menos.
No está en duda el papel importante de Francia y Alemania en las decisiones que se toman a nombre de todas las 27 naciones de la UE. El presidente francés Nicolas Sarkozy y la canciller alemana Angela Merkel a menudo se entrevistan antes de las cumbres de la UE para ponerse de acuerdo sobre la orden del día, que después presentan casi como fait accompli (asunto concluido) a los otros 25 jefes de gobierno.
Estas reuniones previas a las cumbres se han transformado ahora en una comisión informal llamada el Grupo de Francfort, que también incluye a autoridades de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional.
Y aunque la Unión Europea se presenta como defensora global de la democracia, algunas acciones recientes de Sarkozy, Merkel y autoridades de la UE —ésta con sede en Bruselas_, bien podrían rayar en imposiciones nada respetuosas del derecho de los electores a determinar las políticas de sus propios estados.
Los jefes de gobierno de la UE pusieron el grito en el cielo cuando George Papandreu, entonces primer ministro de Grecia, propuso someter a consulta popular las condiciones del rescate financiero presentadas a su país. El referendo fue cancelado después de que Merkel y Sarkozy lo citaran para que explicara ese proceder ante la cumbre del G20 en Cannes.
Debido a su facultad para retener un préstamo de 8.000 millones de dólares (11.000 millones de euros) que era necesario con urgencia y que correspondía al rescate financiero, los jefes de gobierno de la UE solicitaron con firmeza a los dos principales partidos políticos de Grecia que integraran un gobierno de unidad nacional, a lo cual accedieron. Las más altas autoridades de la Unión Europea no ocultaron para nada su preferencia de que Papademos encabezara ese gobierno de unidad nacional.
Así pues, tras cuatro días de estira y afloja, los socialistas y los conservadores aceptaron a Papademos.
En Italia, las autoridades de la UE pusieron a Roma en supervisión financiera, una expresión que básicamente implica desconfianza al gobierno elegido en ese país.
Sin embargo, los ciudadanos de Grecia e Italia —los cuales se sienten decepcionados por los gobiernos que eligieron_, al parecer no se muestran ofendidos de que se les asista desde el exterior.
En Grecia, donde se inventó la democracia, la ciudadanía, ya cansada de la recesión, parece menos que interesada en ir con premura a las urnas. De acuerdo con una encuesta reciente, 79% de los griegos se oponía al plan de Papandreu de someter a referendo el rescate financiero.
Según la consulta telefónica que Alco efectuó entre 1.000 adultos del 2 al 4 de noviembre, más de la mitad de los electores griegos —52%— prefería la formación de un gobierno de coalición que elecciones generales adelantadas. Alco no facilitó su margen de error.
Los italianos están furiosos, pero no tanto con la sede de la UE en Bruselas, sino más bien con Berlusconi y la generalidad de los políticos italianos debido a las dificultades en las que se encuentran.