Brown está salpicado por investigación policial


Gordon Brown, primer ministro británico, conduce un gobierno que cometió un grueso error: perder información fiscal de los que pagan impuestos.

Señales de desaceleración económica, apertura de una investigación de Scotland Yard sobre donaciones ilegales al Partido Laborista, guerra abierta entre los laboristas y estrepitosa caí­da en los sondeos: la semana no pudo ser peor para el primer ministro Gordon Brown.


El nuevo escándalo de corrupción amenaza con salpicar directamente a Gordon Brown quien, cuando asumió el poder en junio pasado, en remplazo de Tony Blair, prometió un gobierno limpio para «recuperar la confianza perdida».

El martes, el jefe del Gobierno británico debió reconocer que su partido habí­a violado la ley de financiación de partidos, al recibir más de 600.000 libras (1,2 millón de dólares) no declarados de un empresario del sector inmobiliario.

Brown podrí­a convertirse en el segundo primer ministro en ejercicio en ser sometido a un interrogatorio de la policí­a sobre financiación polí­tica ilí­cita después de Tony Blair, cuyo último periodo en Downing Street fue ensombrecido por el escándalo de la «venta» de cargos honorí­ficos a acaudalados donantes.

La pérdida de confianza en Brown, ya golpeado por la crisis del banco Northern Rock y por el extraví­o de los datos personales de la mitad de los británicos, se reflejó en un sondeo publicado el viernes, que señala una ventaja de 11 puntos para los conservadores liderados por David Cameron.

Según la encuesta publicda por el diario Daily Telegraph, los tories obtendrí­an un 43% de los votos frente a un 32% para los laboristas, lo que constituye la mayor diferencia registrada entre los dos partidos desde 1988, año en que la «Dama de Hierro», la conservadora Margaret Thatcher, ocupaba el número 10 de Downing Street.

El escándalo ha provocado además fuertes fisuras entre los laboristas, luego de que la vicepresidenta del partido, Harriet Harman, una de las beneficiarias de las donaciones ilí­citas, trató el jueves por la noche de salvar su puesto implicando a un estrecho colaborador de Brown, a quien culpó por su decisión de aceptar el dinero donado a través de intermediarios.

«Los laboristas en guerra», titularon el Daily Telegraph y el Evening Standard, que prevén que el escándalo provocará más ví­ctimas, después de que el secretario general del Partido Laborista, Peter Watt, renunciara el lunes a su cargo tras reconocer que estaba al tanto de las donaciones ilí­citas.

En la lista de posibles ví­ctimas de este nuevo escándalo de corrupción y de la «guerra abierta entre los laboristas» figura el principal recaudador de fondos de los laboristas, Jon Mendelsohn, que estaba informado de esas donaciones ilegales efectuadas por el empresario David Abrahams utilizando a terceros.

La propia Harman, que es nada menos que la segunda del laborismo, podrí­a también perder su puesto, a raí­z de sus comentarios acusando al cí­rculo í­ntimo de Brown por su decisión de aceptar una donación ilegal, que han provocado malestar entre altos responsables de ese partido, entre ellos el ministro de Justicia, Jack Straw.

Además, la situación en el frente económico no es propicia para que Gordon Brown recupere a corto plazo la popularidad perdida.

El dato de que el precio de la vivienda en Reino Unido registró en noviembre su mayor caí­da en 12 años y la primera desde febrero del 2006, es vista como un signo de desaceleración económica, lo que serí­a un golpe más para el gobierno de Gordon Brown.

Todo esto ha llevado a que algunos diputados laboristas declaren incluso tener «lástima» por el Primer Ministro, un sentimiento que el diario Financial Times califica de «potencialmente tan peligroso para el gobierno como la cólera».

«Los sucesos y las circunstancias están completamente contra Gordon Brown. Y si algo no cambia rápidamente, esto es muy, muy serio», declaró el diputado laborista Bob Marshall-Andrews.

«Hay un sentido trágico de mala suerte a gran escala», opinó el diputado laborista al Financial Times, resumiendo el sentir de muchos en el Partido Laborista, que hace sólo unos meses acariciaban el sueño de un cuarto mandato en el poder, lo que ahora ha sido puesto en duda.

El escándalo ha provocado además fuertes fisuras entre los laboristas, luego de que la vicepresidenta del partido, Harriet Harman, una de las beneficiarias de las donaciones ilí­citas, trató el jueves por la noche de salvar su puesto implicando a un estrecho colaborador de Brown.