Breves sonrisas para largo fin de semana


Aprovechando el largo fin de semana, con motivo del asueto del aniversario de la independencia patria compartiré con mis lectores que no sean tan solemnes tres anécdotas cibernéticas.

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

Q- Romualdo viví­a en un apartamento con su amiga la Lucí­a. Ante los ojos de la familia del muchacho ambos jóvenes sólo compartí­an la vivienda. Nadie podí­a comprobar otra cosa. Un dí­a de tantos, el Romy (como le decí­an sus parientes y amigos cercanos) invitó a su madre a cenar en el apartamento de soltero.

Durante la cena, la mamá de Romualdo observó detenidamente lo hermosa que era la amiga de su hijo, y como sospechaba que el Romy sostení­a una relación más que amistosa con la Lucí­a, esa noche sus dudas se acrecentaron al advertir la forma como ambos se comportaban entre sí­. Doña Rosa, tal el nombre de la madre del Romy, llegó a pensar que su hijo y la Lucí­a dormí­an juntos.

Romualdo, como si leyera los pensamientos de su madre, le dijo: -Mamá, sé lo que estás pensando, pero te aseguro que la Lucí­a y yo sólo somos compañeros de apartamento, además de amigos.

Una semana más tarde, la Lucí­a le comentó al Romy que desde el dí­a en que su madre llegó a cenar al apartamento, no encontraba el cucharón grande de plata que utilizaban para servir las salsas. Romualdo replicó que descartaba la idea que ella se hubiese llevado el utensilio de comedor: pero que, en todo caso, le escribirí­a una nota al respecto, la que dejarí­a en la puerta del refrigerador de doña Rosa. Y escribió: -Querida mamá, no estoy diciendo que vos tomaste el cucharón de plata de servir salsas, pero tampoco estoy diciendo que no lo hicieras. El hecho es que éste desapareció desde que viniste a cenar a mi apartamento. Con todo cariño, Romy.

Unos dí­as después, Romualdo encontró sobre su escritorio una nota de su madre que decí­a: -Querido hijo, no estoy diciendo que vos te acostás con la Lucí­a o que no lo hagás, pero el hecho es que si tu amiga y compañera de apartamento durmiera en su propia cama, ya habrí­a encontrado el cucharón de plata para servir salsas, que yo puse bajo sus sábanas. Con todo cariño, tu mamá.

Q- Dos campesinos, Miguel y Jacinta se preparan para ir al campo a realizar sus tareas. Ya montados en una burra se entabla la siguiente conversación. -Mirá, vos Miguel, ¿cómo es eso de la rincarnación? El marido le responde: -Mejor te voy a poner ejemplos. ¿Mirás aquella vaca? Esa puede ser tu tí­a Gertrudis en esta su nueva vida. ¿Y ves aquellos coches que están allí­ en el lodo? Pueden ser tu tí­o José y tu hermano Remigio, los que se ahogaron en el rí­o.

La Jacinta se va poniendo para balazos, porque el Miguel sólo hace referencia a los familiares de ella, sobre todo cuando dice: -Mirá, Jacinta, ¿ves aquel chucho roñoso. Ese puede ser tu tí­o Cipriano que murió hace tres años. La Jacinta comienza a sollozar y el Miguel, asombrado, le pregunta por qué llora. Ella responde: ¡Ay, Miguel, me siento muy triste! -¿Pero por qué, Jacinta?, inquiere su marido, ante lo cual la mujer explica: -Porque a lo mijor vinimos sentados sobre tu bendita madre, vos Miguel.

Q- Un caso de amistad entre mujeres. Cierta noche la esposa de Romualdo no llegó a dormir a su casa. Al dí­a siguiente, al retornar a su hogar, le dijo a su marido que se habí­a quedado a dormir en casa de una de sus amigas, sin dar más detalles ni el nombre de la fulana. Romualdo llamó a las diez mejores amigas de su esposa, pero ninguna de ellas sabí­a algo al respecto.

Y ahora un caso de la amistad entre hombres. El mismo Romualdo no llegó a dormir a su casa. Al dí­a siguiente simplemente le cuenta a su mujer que se habí­a quedado a dormir en casa de un amigo, sin identificarlo. La esposa llamó a los diez mejores amigos de su marido, de los cuales siete confirmaron que Romualdo se habí­a quedado a dormir en su casa, y tres le aseguraron que aún se encontraba allí­. Amistad a toda prueba.