Breves Internacionales



Putin, con honores

El Primer ministro ruso, Vladimir Putin, recibió hoy al ex presidente francés Jacques Chirac en un «encuentro privado» en el segundo dí­a de su visita oficial a Parí­s.

Putin, que realiza su primera visita al exterior desde que dejó la presidencia y asumió como Primer ministro, anunció a la prensa que Chirac era esperado el próximo 12 de junio en Moscú para recibir el Premio de Estado, la más importante condecoración rusa.

Esta distinción «traduce toda la importancia que otorgamos a tu acción en el campo de la cooperación franco-rusa» afirmó Putin a Chirac al inicio del encuentro, celebrado en el hotel Bistrol donde se hospeda el Primer ministro ruso.

Putin también se declaró «muy satisfecho» por sus conversaciones la ví­spera con el presidente Nicolas Sarkozy y su homólogo franí§ois Fillon.

«Nuestra delegación está totalmente satisfecha de estas conversaciones que fueron francas, a veces ásperas como ya ocurrió en el pasado, pero siempre muy constructivas» indicó.

Chirac por su parte expresó a Putin su «grande estima y gran amistad».

«Mi estima se debe a la forma extraordinaria como condujiste los asuntos de Rusia», le dijo, y agregó que «los diez últimos años fueron incontestablemente grandes años para Rusia».

«No puede haber equilibrio en el mundo sin una Rusia fuerte», agregó.

Contra bombas de racimo


Tras intensas negociaciones y varios años de campañas internacionales, 111 paí­ses reunidos en Dublí­n adoptaron hoy un ambicioso tratado que prohí­be las bombas de racimo o con submuniciones en el mundo.

La «Convención sobre las bombas con submuniciones (BASM)», conocidas como bombas de racimo, fue adoptado en sesión plenaria en el estadio de Croke Park, en la capital irlandesa.

El tratado negociado en Dublí­n prohí­be el uso, producción, traspaso y almacenamiento de este armamento, culpable de la muerte y mutilación de millares de civiles en el mundo.

Los 111 Estados firmantes de la Convención se comprometieron «a nunca emplear estas armas, bajo ninguna circunstancia».

Pero los principales fabricantes y comerciantes de estas armas – Estados Unidos, China, Rusia, Israel, Pakistán e India – estuvieron ausentes de la Conferencia de Dublí­n, y no suscribirán el documento.

El convenio deberá ser sometido a la firma de los Estados en una ceremonia en Oslo el 2 y 3 de diciembre próximos, antes de su ratificación. Entrará en vigor seis meses después de que lo hayan ratificado al menos 30 paí­ses.

El tratado ha sido calificado de «histórico» por gobiernos y organizaciones civiles, que consideran que constituye «una victoria para la humanidad»

Según las organizaciones civiles, inclusive en ausencia de los grandes productores como Estados Unidos y Rusia, el tratado adoptado en Dublí­n tendrá el mismo alcance histórico que la Convención de Ottawa que prohibió las minas antipersona en 1997.

El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, saludó hoy el tratado suscrito en Dublí­n afirmando que establece un «nuevo modelo internacional» para la protección de las poblaciones civiles.

«Una amplia coalición de Estados, organizaciones internacionales y representantes de la sociedad civil establecieron un nuevo modelo internacional que va a mejorar la protección de civiles, fortalecer los Derechos Humanos y las perspectivas de desarrollo», agregó el jefe de la ONU.

Y la Coalición contra las Bombas Racimo (Cluster Munition Coalition, CMC), que reagrupa a unas 250 asociaciones que militan por la prohibición de dichas armas, saludó la adopción del acuerdo soltando cientos de balones al cielo.

El tratado, que incluye medidas de asistencia para las ví­ctimas, establece un perí­odo de ocho años para que los paí­ses firmantes dejen de construir y almacenar las bombas y eliminen ese tipo de municiones de sus arsenales.

Según la ONG Handicap International, el 85% de las ví­ctimas por accidentes de minas o municiones que no estallaron son civiles y el 23% niños.

Algunas de las organizaciones que militaron activamente por el tratado reconocen que es el resultado de un compromiso, en el que se debieron hacer concesiones.

Por ejemplo, el tratado no incluye la prohibición de bombas de racimo superinteligentes, dotadas de sistemas de radar y que pueden autodestruirse o desactivarse en caso de que no estallen.

Permite además que naciones firmantes del Tratado puedan participar en operaciones conjuntas con otros paí­ses que usan las bombas de racimo.

Pero, el consenso en Dublí­n es que el convenio permitirá evitar los terribles sufrimientos que han sufrido decenas de millones de personas en el mundo, ví­ctimas de las bombas de racimo, y que el amplio respaldo recibido por el Tratado significa no sólo la prohibición de estas armas, sino también su estigmatización.

Negociaciones con Rusia


Tras dos años de idas y venidas, la UE logró finalmente esta semana un consenso para negociar un nuevo acuerdo de asociación con Rusia, que deberá discutir bajo la mirada del primer ministro Vladimir Putin, a pesar de la presencia del flamente presidente Dmitiri Medvedev.

La decisión adoptada el lunes pasado por la cancilleres europeos fue el fruto de difí­ciles tratativas entre los 27 miembros de la Unión Europea, que habí­an chocado primero con la oposición de Polonia y luego con la de Lituania, ambos muy desconfiados de cara a Rusia.

La cuestión energética, uno de los capí­tulos primordiales del nuevo acuerdo a negociar, se habí­a convertido en un punto crí­tico, a raí­z de la exigencia de los lituanos para que la UE se comprometiese a no olvidar sus preocupaciones en ese sector, del cual depende de Moscú para el 90% de su consumo.

Según está previsto, las negociaciones para este nuevo acuerdo de «asociación estratégica», que debe reemplazar al actualmente en vigencia firmado en 1997, deben abrirse oficialmente en la cumbre UE-Rusia del 26 y el 27 de junio en Siberia, que será encabezada por Medvedev.

Mientras que el acuerdo de 1997 habí­a sido firmado en un momento en el que Rusia se recuperaba del desmoronamiento de la Unión Soviética y no tení­a todaví­a fronteras comunes con la UE, la nueva coyuntura es completamente diferente.

En efecto, Rusia busca desde la llegada de Putin al poder, hace más de ocho años, recuperar su papel de gran potencia y ha retomado el control de unos hidrocarburos extremadamente lucrativos.

Si Dmitri Medvedev «es muy pro-europeo y convencido de la necesidad de tener relaciones estables, sólidas y fuertes con la UE», como dijo el negociador de la Comisión Europea, Eneko Landaburu, lo cierto es que Putin, con quien las cosas no han sido fáciles para los europeos durante sus presidencias, no parece dispuesto a perder el control de las negociaciones.

Así­ quedó demostrado ayer cuando el nuevo primer ministro ruso se entrevistó en Parí­s con el jefe de Estado francés Nicolas Sarkozy, cuyo paí­s ejercerá la presidencia de la UE a partir del 1 de julio.

«Francia asumirá la presidencia de la Unión Europea y esperamos que eso permita hacer avanzar las negociaciones sobre la asociación estratégica», dijo Putin tras este encuentro en el que las relaciones UE-Rusia ocuparon un lugar destacado.

Si bien las materias primas, y la energí­a en particular, tienen un peso «demasiado importante» en los intercambios UE-Rusia, Putin quiere que el nuevo acuerdo le permita a su paí­s desarollar proyectos de «alta tecnologí­a» en las áreas del «espacio, la aeronáutica y el automóvil», sectores en los que Rusia ha perdido liderazgo con el correr de los años.

En ese marco, Francia y otros paí­ses europeos se muestran dispuestos a invertir en esta Rusia en plena expansión económica, aunque para ello requieren un «marco jurí­dico» apropiado que garantice su apuesta, algo que deberí­a encargarse de resolver el nuevo acuerdo estratégico.

Las negociaciones también deberí­an permitir profundizar las relaciones en temas que se encontraban en estado «embrionario» en el anterior acuerdo, como la justicia y la seguridad, la cooperación en misiones de mantenimiento de la paz en paí­ses terceros.

Por último, y siempre admitiendo el papel fundamental del capí­tulo comercial, la UE promete no olvidar cuestiones delicadas como los derechos humanos o los «conflictos» relativos a las repúblicas separatistas georgianas de Abjasia y Osetia del Sur, otra de las exigencias de Lituania para dar su luz verde al lanzamiento de las negociaciones.