Breve aproximación a la música de Franz Schubert II


Continuamos con la música de este gran compositor alemán Franz Schubert y como homenaje a Casiopea dorada y amorosa, multiforme hoguera multiplicada en el sonido más auténtico de mis pupilas, infinita rosa perfumando mis párpados apenas, patria de azúcar y mar celestial.

Celso Lara

Desde que salió de su casa, hasta que murió, Franz no tuvo prácticamente un centavo propio. Jamás pudo pagar siquiera un cuarto rentado para vivir. Tuvo que aceptar la hospitalidad que por temporadas sus amigos le brindaban y ocupar modestí­simos cuartos de criados que generosamente le cedí­an. Fue siempre tan pobre que cuando por única vez se presentó en un concierto ante el público, ya poco antes de morir, tuvo que hacerlo con ropa prestada.

Sin embargo, Schubert trabajaba todos los dí­as desde las primeras horas de la mañana hasta poco después del mediodí­a. Componí­a música de cámara, obras orquestales, canciones y música de todo tipo, pero ésta no se publicaba y los editores la rechazaban por tratarse de un desconocido. En una ocasión, un editor le compró una serie de canciones por treinta zloty, moneda austriaca de la época, y más tarde el comprador obtuvo más de 27 mil zloty por la venta de esas obras, pero Schubert no recibió ninguna remuneración.

En una época que durarí­a pocos meses, Franz Schubert gozó feliz de un hospedaje cómodo y con buena alimentación, mientras fue maestro temporal de las pequeñas hijas del conde de Esterhazy en uno de sus castillos, pero este perí­odo fue muy breve y regresó a Viena a su vida de miserias y privaciones.

En una ocasión -y al parecer la única- Schubert se enamoró de una joven graciosa, pero que padecí­a de viruela. Ella lo aceptó como novio, pero hubo de renunciar a sus planes matrimoniales por su crónica falta de recursos. La joven se casó con otro y el intenso Franz Schubert, cantor del amor, tuvo la amargura de renunciar a sus amores debido a su miseria.

Sin embargo, Schubert tení­a momentos felices, eran éstos cuando por las tardes y noches se encontraba con sus amigos en los cafés de Viena. Se rodeó de fieles compañeros que eran pintores, músicos y poetas que se acompañaban de sus novias o amigas, lo que debió entristecer a Franz, quien carecí­a de compañí­a femenina. Son famosas las reuniones que se hací­an los sábados por la tarde, en la casa de alguno de los numerosos amigos de Franz, las famosas Schubertiadas. En esas ocasiones ellos bailaban, reí­an y bebí­an, mientras Schubert tocaba el piano para todos. A veces allí­ mismo improvisaba obras geniales, bellas canciones, valses hermosí­simos para que sus amigos bailaran y estuvieran aún más contentos.

Schubert era confidente de los amores de todos, pero él no los tení­a, sus hermosas amigas le confiaban sus secretos sentimentales, pero de él no se enamoraba ninguna, todas y todos lo adoraban, pero él seguí­a siendo un solitario, pobre y desaliñado.

Schubert fue desde niño miope y gordo. Probablemente esto le causó una gran timidez. No se atreví­a a presentarse a la gente importante y mucho menos a las mujeres hermosas. Solo entre sus amigos desbordaba su corazón y era feliz con ellos, dándoles felicidad con su música, siempre generosamente dispuesto a tocar y a componer para todos.