Dentro del género romántico, además del gran maestro Ludwig van Beethoven, también podemos mencionar a un gran genio musical que también es músico de transición entre el clasicismo y el romanticismo Franz Meter Schubert. Más joven que Beethoven, fue contemporáneo suyo y uno de los ocho compositores que llevaron sobre sus hombros el féretro que encerraba su cuerpo durante sus funerales. Schubert fue uno de los compositores más fecundos y con una enorme facilidad para componer melodías dignas de Casiopea, esposa de lucero, miel y canto que en su alma de puntillas da todo el vibrar sonoro de los mares ancestrales y nutre mi sangre apasionada.
Las composiciones brotaban espontáneamente en la mente de Schubert, podía decirse que pensaba melódicamente. No tenía el genio de Mozart, pero sí podía imaginar, con facilidad y sin esfuerzo aparente, melodías íntimas tan hermosas que, sin duda alguna lo han convertido en el genio más grande entre todos los músicos para este género de la música. Sus canciones son todas ellas obras maestras y se cuentan por cientos: se conocen aproximadamente 600, además de la música de otros géneros.
Schubert nació en Viena, en un suburbio el 31 de enero de 1797. Era hijo de un modesto maestro de escuela aficionado a la música y el treceavo hijo de un total de catorce que tuvo el matrimonio. Como todos los genios de la música, el pequeño Franz mostró desde sus primeros años sus grandes facilidades y su habilidad para aprender, al grado de que su primer maestro Michel Hozer se sorprendía y gustaba decir que al niño de 4 o 5 años que era su alumno no podía enseñarle nada, porque ya lo sabía todo por sí mismo.
A los 11 años podía tocar correctamente el violín, el piano y el órgano. Su padre lo envió al Coro Imperial Infantil Koncit de Viena, donde los aspirantes eran examinados muy severamente para ser admitidos.
Los niños de ese coro recibían beca completa, tenían hospedaje, alimentos, ropa, enseñanza de la música y escolar general de la época. El maestro Schubert, su padre, ahorraba así los gastos de la manutención y educación de uno de sus hijos. Sin embargo, no pensaba que Franz se dedicara a la música, sino que, una vez terminara sus estudios en el coro fuera como él, maestro de escuela.
Efectivamente, cuando Franz fue retirado del coro por el cambio de voz en la adolescencia, trabajó como maestro de párvulos en la escuela de su padre. Pero esto fue una tortura que no pudo soportar más de cuatro años. Pasado el tiempo, el joven Schubert se negó a continuar la carrera de maestro, y, como el padre no aceptaba que se dedicara profesionalmente a la música abandonó el hogar paterno y sin recursos de ninguna clase, se enfrentó solo a la vida contando únicamente con su talento como compositor.
Y éste era muy grande, uno de los más grandes que ha habido en toda la Historia de la Música Occidental, pero así como era inmenso para componer, era torpe para vivir y sobre todo para lograr dinero y utilidades de su trabajo como músico.
Desde que salió de su casa, hasta que murió, Franz no tuvo prácticamente un centavo propio. Jamás pudo pagar siquiera un cuarto rentado para vivir