Cuando la presidenta brasileña Dilma Rousseff abra la sesión inaugural de la Asamblea General de la ONU el 24 de septiembre, expresará una indignación común a varios países de la región por las denuncias de que varias naciones latinoamericanas han sido objeto de espionaje por parte de Estados Unidos.
Tal vez será la única voz enérgica al sur del río Bravo que reclame por la intervención estadounidense y que pida una nueva administración de carácter internacional para internet, lo que probablemente no propiciará cambios en el corto plazo.
Brasil, que tradicionalmente hace el discurso inaugural de la Asamblea General, aparece como uno de los países más espiados por la Agencia de Seguridad Nacional de ese país, después de las revelaciones que hizo el exanalista de ese organismo, Edward Snowden, y que generaron tensiones en la relación entre Brasilia y Washington.
La inconformidad llevó a Rousseff a tomar la inusitada decisión de aplazar una visita de Estado programada para el 23 de octubre a Estados Unidos, algo que dejó la sensación de una bofetada en la cara del líder estadounidense Barack Obama, quien la había invitado a Washington.
«Es el primer aplazamiento o cancelación de una visita de Estado en la historia de Estados Unidos», escribió la exdiplomática norteamericana Kellie Meimann Hock en un artículo de opinión publicado en Brasil por el diario Valor Económico. «El aplazamiento de una visita de esa naturaleza es un símbolo evidente del daño a la confianza entre nuestros gobiernos».
Las revelaciones de que a ciudadanos brasileños, incluyendo a la propia presidenta Rousseff, así como a funcionarios de la petrolera estatal Petrobras, les fueron interceptados mensajes por la inteligencia estadounidense, llevó a Brasil a buscar respaldo entre sus aliados suramericanos del Mercosur y Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), que rechazaron el espionaje en sendas declaraciones y dijeron que otros países latinoamericanos estarían sujetos a que sus comunicaciones se encuentren vigiladas.
En un diálogo con periodistas, Rousseff anticipó que el tema hará parte de su mensaje ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
«Yo le comuniqué al presidente Obama que Brasil irá a todos los foros multilaterales, en especial la Organización de las Naciones Unidas, a proponer iniciativas para una administración de internet que defina normas y mecanismos para cohibir e impedir prácticas de violación de derechos o de espionaje de cualquier país», dijo Rousseff tras participar en la cumbre del G-20, en San Petersburgo, Rusia, donde conversó con su colega estadounidense.
En la misma intervención, indicó que manifestó a Obama su preocupación de que el espionaje no tiene que ver con seguridad nacional y el combate al terrorismo, como argumenta Washington, sino que es motivado por factores comerciales y económicos, lo que calificó como «inadmisible».
Analistas en Brasil consideran que el mensaje de Rousseff marcará con firmeza la preocupación regional para que se acabe el espionaje y que abogue por una nueva administración de la red global de información para que no sea controlada por empresas estadounidenses y, a cambio, la ponga en manos de la comunidad internacional.
«El discurso de la presidente va a tocar fuerte la cuestión del espionaje de Estados Unidos, exigiendo de la ONU un mayor compromiso con los cambios necesarios en la administración mundial de internet», afirmó a The Associated Press Marcelo Rech, analista de relaciones internacionales. «Debe dejar claro que Brasil no piensa romper relaciones con Estados Unidos, pero que países amigos tienen que trabajar de otra forma, construyendo confianza y no creando sombras».
Según Rech, el discurso de Rousseff puede ser «una pieza histórica de endurecimiento de un país emergente en relación con una superpotencia, pero no lo hará como una confrontación. Por el contrario, lo hará como un gesto de afirmación de un país que es grande y fuerte y que no acepta ciertos comportamientos».
Brasil no fue el único país vigilado por el sistema de espionaje norteamericano. Reportajes publicados en la prensa brasileña por el periodista Glenn Greenwald, con base en documentos obtenidos por Snowden, dieron cuenta de que México, Colombia y Venezuela también fueron espiados.
En el caso de México, la documentación muestra que la inteligencia estadounidense interceptó mensajes del presidente Enrique Peña Nieto en junio del año pasado, antes de que asumiera el poder.
Pero la reacción mexicana fue menos estridente que la de Brasil, lo que expertos explican por una relación más profunda y compleja con Estados Unidos, además del hecho de que el caso divulgado de intercepción de mensajes ocurrió cuando Peña Nieto era candidato, mientras que el de Rousseff habría ocurrido siendo presidente.
«Aunque somos de la misma región, México y Brasil, hay una diferencia», informó Raquel Saed, académica del departamento de ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana en la capital mexicana. «La relación que tenemos tan cercana México con Estados Unidos, y la diversidad y complejidad de temas y de asuntos es muchísimo mayor».
Entre esos temas figuran una estrecha relación comercial en el que 80% de las exportaciones mexicanas van al vecino del norte y un intenso flujo migratorio desde México.
Al igual que Rousseff, Peña Nieto abordó el tema del espionaje con Obama en un encuentro bilateral durante la cita del G-20, pero mientras la líder brasileña quedó insatisfecha con las explicaciones del líder estadounidense, el mexicano pareció conforme con el compromiso de investigar el caso para evitar que «se empañe la relación».
Lo de México con Estados Unidos, comentó Saed, «es una relación de apaciguamiento, de que no quiero perder la relación, de que no quiero que se vayan a dañar las relaciones entre los dos».
En el mismo sentido, analistas en Brasil creen que la visita de Rousseff se concretará eventualmente una vez que el país suramericano dejó claramente manifestada su disconformidad.
«Lo más importante es que ella (Rousseff) presente una conducta seria de política externa, y eso requiere hacer la visita, ir a Estados Unidos y una vez allá, será una oportunidad de oro para exigir acciones concretas del gobierno estadounidense» para acabar con el espionaje a Brasil, comentó el especialista en asuntos internacionales Joanisval Brito Goncalves, asesor del Senado en política externa.
Consideró que sería «temerario» que la líder brasileña dejara pasar la oportunidad de una visita de Estado a Washington, que un gobernante de Brasil tuvo por última vez dos décadas atrás.
Peña Nieto anunció el jueves que canceló su visita a la ONU debido a las tormentas que afectaron al país, y que al momento han dejado a 97 personas muertas, para seguir coordinando los esfuerzos de rescate en gran parte del territorio mexicano. Tenía planeado viajar del 21 al 25 de septiembre.
«El discurso de la presidenta va a tocar fuerte la cuestión del espionaje de Estados Unidos, exigiendo de la ONU un mayor compromiso con los cambios necesarios en la administración mundial de internet» – Marcelo Rech.
«Lo más importante es que ella (Rousseff) presente una conducta seria de política externa, y eso requiere hacer la visita, ir a Estados Unidos y una vez allá, será una oportunidad de oro para exigir acciones concretas del gobierno estadounidense» – Joanisval Brito Goncalves.