«La aspiración ideológica del gobierno de Lula es que Brasil tiene que ser una potencia mundial en los próximos 15 o 20 años y para ello tiene que tener todos los instrumentos de una potencia. Uno de ellos es el material militar de última generación», consideró Alfredo Valladao, director de la cátedra de Mercosur del Instituto francés de Ciencias Políticas.
El lunes, el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, y su homólogo francés, Nicolas Sarkozy, anunciaron en Brasilia el inicio de negociaciones para la venta a Brasil de 36 cazas Rafale, del constructor francés Dassault, en la que sería la primera venta al extranjero, por 7 mil millones de dólares (5 mil millones de euros), del avión de combate galo.
Los dos presidentes firmaron además la compra por Brasil a Francia de cinco submarinos y 50 helicópteros.
Lula indicó la semana pasada que una «ventaja comparativa excepcional» de Francia en la licitaciones de los cazas, frente a sus rivales de Estados Unidos (F-18 de Boeing) y de Suecia (Gripen de Saab), es que «se muestra como el país más flexible para la transferencia de tecnología».
«Desde siempre, una preocupación de Brasil fue tener la capacidad de poder fabricar y controlar todas las tecnologías de punta: nucleares, militares y civiles», opinó Valladao, antes de puntualizar que Brasilia también necesita renovar el material «obsoleto» de sus Fuerzas Armadas para controlar mejor su inmenso territorio y sus riquezas, como la Amazonia y las enormes reservas petroleras recientemente descubiertas, de entre 50 mil a 100 mil millones de barriles de crudo, en la capa «pre-sal» del lecho submarino.
Para el analista Laurent Vidal, vicepresidente del Instituto de las Américas, un centro de investigaciones independiente con sede en París, si Brasilia decide comprar ese equipamiento militar a Francia es justamente para «reforzar su deseo de autonomía» frente a Washington.
«Este acuerdo reforzaría la posición hegemónica de Brasil en Sudamérica y le daría una credibilidad militar y estratégica que no tendrían Argentina o Venezuela», consideró Vidal.
El siguiente paso para Brasil será convertirse en miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU en una futura ampliación, para el que cuenta con el apoyo de Francia.
«Brasil quiere tener el peso mundial que le permita ser un facilitador a nivel global», estimó Valladao, quien no obstante duda si Brasil está «listo para asumir» las responsabilidades que supondría su entrada en el Consejo de Seguridad.
«No es sólo una cuestión de estatus. Tienes que demostrar que estás colaborando con los otros en la paz mundial», incluyendo con el despliegue de tropas, opinó.
Durante una entrevista antes de la visita de Sarkozy, Lula afirmó que «Brasil tiene que lograr, en el siglo XXI, convertirse en una gran potencia. Tenemos todo lo que se precisa tener. No estamos hablando de un paisito cualquiera», aunque reconoció que quizás «no esté vivo para verlo».
En Francia, la apertura de negociaciones para la venta del Rafale fue celebrada con bombos y platillos.
Pero 48 horas después del anuncio, el ministro de Defensa brasileño, Nelson Jobim, afirmó que el proceso de selección del constructor aeronáutico «no ha concluido».
Lula había evitado anunciar su favoritismo por uno de los tres aviones en disputa: «Como presidente, no lo puedo decir», indicó.
Hoy en París, el ministro francés de Defensa, Hervé Morin, admitió que la venta del Rafale «será un hecho el día que se firme el contrato».
«Francia quiso aumentar el efecto del anuncio porque el Rafale nunca se vendió. Pero si fracasa, podría ser una catástrofe porque sería definitivamente un producto invendible», concluyó Vidal.