Brasil tuvo que sufrir la peor derrota de su historia para darse cuenta de una realidad antes advertida solamente por unos pocos: necesita buscar nuevas vías para volver a ser el «país del fútbol».
Teresópolis, Brasil / dpa
Para el exdelantero Tostao, uno de los muchos ídolos del país pentacampeón, el 7-1 sufrido ante Alemania el martes en las semifinales del Mundial de 2014, fue «una tragedia», pero también puede ser una oportunidad.
«Tal vez sirva para que haya grandes cambios, dentro y fuera de campo, desde las categorías de base. Es necesario hacer un cambio de conceptos, reducir el promiscuo intercambio de favores, una plaga nacional que ataca al fútbol y al país», escribió Tostao en «Folha de Sao Paulo».
El ex futbolista no está solo en su evaluación. Futbolistas, ex jugadores y hasta miembros del cuerpo técnico de la «seleçao» coinciden en que algo tiene que cambiar -y mucho-, aunque no hay consenso sobre el camino a tomar.
«Tenemos que evolucionar en el fútbol, tenemos que evolucionar en general. Creo que hay que mejorar el fútbol en Brasil y todo lo que está alrededor del fútbol de Brasil», admitió el lateral Daniel Alves.
El defensa del Barcelona no precisó sobre los problemas que deben ser encarados, pero el ex futbolista y actual diputado federal Romario no dudó en apuntar el dedo acusador hacia la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF).
Según el «artillero de los mil goles», la crisis del fútbol brasileño llegó a su auge, y no por culpa de los jugadores de la «seleçao» o del técnico Luiz Felipe Scolari: «Nuestro fútbol se viene deteriorando hace años, siendo chupado por dirigentes sin talento».
Hace tiempo que había señales en ese sentido: éxodo de jugadores cada vez más jóvenes hacia el exterior, movimientos de protesta de los futbolistas, denuncias de corrupción en la CBF o el bajo nivel de los campeonatos nacionales.
El Campeonato Brasileño de 2013, que terminó oficialmente en diciembre, siguió indefinido hasta mayo pasado, a raíz de una batalla judicial en torno a la decisión de la Justicia Deportiva de dictar el descenso del equipo de Portuguesa por haber alineado irregularmente a un jugador suspendido.
Además, el último «Brasileirao» fue disputado en medio de protestas y amenazas de huelga por parte del movimiento Bom Senso FC (Sentido Común Fútbol Club), cuyas demandas -ignoradas por la CBF- incluyen una reforma en el calendario de partidos, vacaciones de 30 días completos por año y una pretemporada de al menos 20 jornadas.
El coordinador técnico de Brasil, Carlos Alberto Parreira, no critica a la dirigencia, pero sostiene que el país debería imitar el trabajo de formación de jugadores y entrenadores que se realiza en los países europeos.
«Es fundamental invertir en una mejor formación de jugadores y entrenadores para que volvamos a ser un equipo de punta», expresó el comandante de la campaña del «tetracampeonato» de Brasil en el Mundial de Estados Unidos 1994.
«Europa lo hace desde hace 40 años, y nosotros recién estamos empezando ahora», argumentó.
Parreira, quien cesado del comando de Brasil tras la eliminación de la «verdeamarela» en cuartos del Mundial de Alemania 2006, lamentó además la costumbre de Brasil de «juzgar el trabajo en base a los resultados», y recordó que Joachim Löw «dirige a Alemania desde hace seis años y recién ahora llegó a una final».
Hace poco más de un año, Paul Breitner, una de las leyendas del fútbol germano, ya había expresado su escepticismo frente a la posibilidad de Brasil de alzarse en casa con el «hexacampeonato», algo que había sido prometido por Parreira y por Scolari.
«Ustedes se quedaron dormidos en 2002, cuando ganaron el Mundial por última vez. Ustedes no están mirando hacia afuera, hacia lo que hemos hecho en Alemania. Y ustedes necesitan hacerlo. Necesitan aceptar que están jugando un fútbol del pasado», advirtió Breitner, en una entrevista de abril de 2013 por el canal ESPN Brasil.
El 7-1 ante Alemania, la peor derrota de la centenaria historia de la selección brasileña, podría ser también una oportunidad de oro para una «revolución» en el fútbol brasileño.
Pero, al menos en la CBF, no hay signos de cambio. El actual presidente, José Maria Marin, obtuvo antes del Mundial la elección de su aliado Marco Polo Del Nero para sucederlo en el cargo a partir de abril de 2015. El poder en el fútbol brasileño se mantendrá en las manos del mismo grupo que lo detenta desde 1989.
Antes de ello -probablemente en la semana próxima-, Marin y Del Nero podrían anunciar la destitución de Scolari y designar a un nuevo técnico para preparar un equipo para buscar nuevamente el «hexa» en Rusia 2018.
Según la prensa, el candidato más fuerte es Adenor Bacchi, conocido como «Tite», un entrenador de discreta trayectoria que alcanzó su punto culminante en 2012, cuando comandó el Corinthians a la conquista del título del Campeonato Mundial del Clubes con una victoria por 1-0 sobre el Chelsea inglés en la final.